martes, 27 de marzo de 2012

LA REVOLUCIÓN COPERNICANA Y LOS PUNTOS GALÁCTICOS (1º Parte)


Trabajo presentado en el Ibérico de Portugal 2010.

     Introducción:

                       El siglo XVI fue testigo de increíbles cambios, donde el edificio monumental de la concepción del mundo cristiana vio resquebrajar sus cimientos, empezando el tránsito del Medioevo hacia la Edad Moderna. La Reforma religiosa que provoca el cisma dentro de la misma Iglesia, el descubrimiento de un nuevo continente ampliando los horizontes y cambiando la forma del planeta.  El resurgimiento de lo griego y el neoplatonismo,el hermetismo y el pitagorismo que llevaron a cambiar finalmente el modelo del Universo dejando de ser geocéntrico, como sostenía el modelo ptolemaico-aristotélico aceptado por la Iglesia, para pasar a ser heliocéntrico como creían los antiguos pitagóricos y los renacentistas que abrevaron de sus enseñanzas, entre ellos el propio Copérnico.

                       Este cambio llevó un largo proceso y provocó todo tipo de resistencias dado que el sentido cristiano antropocéntrico de la creación misma estaba en juego. La visión ptolemaica encuadraba a la perfección con el concepto cristiano del hombre como centro de la creación y la tierra, su hábitat, el lugar donde Dios y el Diablo se disputaban la posesión del alma humana.

                        El nuevo paradigma se terminará de afianzar en el siglo XVII, donde además del cambio de posición de la tierra, se le agregará la concepción mecanicista cuantitativa dejando de lado el aspecto cualitativo y el reemplazo de los elementos, fuego, aire, agua y tierra por el atomismo y el cambio de la idea aristoteliana de causalidad detrás de todo movimiento por el concepto de inercia, culminando este periplo con Newton hacia finales de ese siglo.

                       En este trabajo intentaré mostrar los diversos aspectos del proceso pero desarrollando, dada la extensión del mismo,  el paso del geocentrismo al helio. Partiré de los antecedentes próximos a Copérnico, las discusiones de los distintos autores que siguieron hasta culminar en Kepler y Galileo quienes terminan de dar forma, en especial el primero, al nuevo sistema astronómico y haré algunas referencias a Descartes, Hooke y Newton quienes culminaron con la nueva concepción científica que llega hasta nuestros días.


Metodología:

                      Para llevar a cabo este estudio y dada la extensión en el tiempo, me valdré de la técnica desarrollada en mi  trabajo “Los Puntos Galácticos, El Eón de Piscis y el Cristianismo” (Ibérico, 2009)  donde dividí al Eón de Piscis en 12 períodos de 178 años aproximadamente, correspondiendo al Mandala de Piscis que gobierna al Eón.(Piscis en I como referencia) El Renacimiento para los estudiosos comienza hacia el 1350, en el período de Libra (VIII del Mandala; 1260,5-1439,64)), en el cual resurgen (VIII) los conocimientos clásicos  y las artes, en especial las letras, la pintura y la arquitectura y un nuevo ideal de hombre que conformará el humanismo, provocando la ruptura con el modelo cristiano. Desde el punto de vista científico esta ruptura permitirá a la razón empezar su camino hacia la independencia, pero durante este período se mantendrá el equilibrio entre fe y razón.

    En 1439 comienza el período Escorpio (IX 1439,64- 1618,22), es en ese año que Plethon, quien había asistido al Concilio de Ferrara de 1439, intentando la reunificación de las iglesias de Oriente y Occidente, fuera quien expusiera por primera vez las ideas de Platón en el Occidente luego de su larga ausencia sepultada por la escolástica aristotélica-tomista. A estas conferencias asistió Cósme de Medicis, el mecenas e impulsor de Marcilio Ficino y la Academia Florentina, quien es uno de los predecesores de Copérnico, dado su neopitagorismo hermético, en la concepción heliocentrista.  El historiador Jacob Burckhardt, creador del concepto de Renacimiento, le otorga a este hecho una importancia fundamental :”la gloria de haber reconocido en la filosofía platónica el más hermosos brote de pensamiento antiguo, infundiendo esta convicción en torno suyo , e impulsando de esta suerte, dentro del humanismo, un segundo y más alto Renacimiento de la Antigüedad”[1].

     Burckhardt expresa la vivencia arquetípica del cambio de primer renacimiento en Libra a este segundo en Escorpio en 1439.( transformación filosófica, Escorpio en IX). Este cambio nos muestra la base arquetípica, el llamado  “espíritu de la época” para la filosofía en donde se desplegarán las ideas que surgirán en cada período. En este caso, el de Escorpio,  por lo cual  los símbolos surgentes tendrán relación con este arquetipo si esta concepción fuese correcta. Dada la exaltación de Urano, sumado a Plutón como regente en Escorpio, conceptos tales como Revolución Copernicana, Reforma Religiosa, ruptura de la concepción del mundo, parecen concordar a la perfección.

      Si consideramos el período en que concluye esta revolución: Sagitario en X del Mandala del Eón de Piscis(1618,22- 1796,12)coincide  con las luchas religiosas (Sagitario) por el poder  (X), que terminará cambiando la organización política y estatal de Occidente (X). La posición de Sagitario en X,  nos recuerda  la relación de caída de Júpiter, su regente, en Capricornio- X, con lo cual también podemos asociar la caída (X)  de la religión (Sagitario) en este caso el Cristianismo Romano y el modelo ptolemaico- aristotélico en el que se apoyaba; la caída (X) de la trascendencia (Sagitario ) en aras de la conquista inmanente del Mundo (X); la caída (X) del conocimiento como valor en sí (Sagitario) para convertirse en artífice del dominio del mundo (X); la caída (X) del significado cualitativo teleológico (Sagitario) en aras de lo cuantitativo-mecánico.  La razón luminosa y optimista (Sagitario), como se desarrollará más adelante y durante el mismo período, con el Iluminismo francés, entronizándose en el poder (X).


      A esta base hay que agregarle lo demostrado en el trabajo del 2009: la relación del Ascendente  Simbólico Precesional (ASP) que recorre el mandala del Eón de Piscis en 2143 años, 6 años por grado aproximadamente, con los puntos galácticos correspondía sincronísticamente , dentro de la Historia del Cristianismo y de Occidente, con la formación de Ortodoxias, con el Centro Galáctico (C.G.),  la aparición de nuevas ideas o herejías, en el contexto religioso, el Super Centro Galáctico (S.C.G.) y la división resultante del choque de ambas tendencias Ápex. Esto tenía una relación con la concepción gnóstica de un demiurgo creador  (C.G ) que no reconocía un dios trascendente (S.C.G., correspondiendo a un centro donde giran varias galaxias, incluso el la nuestra con el C.G.) y en su condición de ser el punto hacia donde se dirige el Sol y todo el sistema, el Apex, este parecía ser la intervención más próxima a la  conciencia humana  en donde se dirimían estos “conflictos entre dioses”.[2]

     Si la tesis presentada se pudiera aplicar a este trabajo, desde esta perspectiva, estas nuevas ideas “heréticas” para la concepción cristiana tendrían que coincidir con aspectos del ASP  con el SCG y también con el Ápex, los ligados a la resistencia a ello estarían vinculados al CG (ortodoxia).

         Entendiendo el Espíritu de la Época, representado por cada uno de estos tres  períodos junto a los puntos galácticos, y para interrelacionar la visión general con la personal, utilizaré, además de la técnica tradicional astrológica, la progresión solar basada en el curso solar que sigue el héroe en su periplo hacia la individuación o hacia la “hybris” que lo conduce a la caída, presentada en “El mito solar y el Proceso de Individuación” (Ibérico, 2008). Esta sencilla técnica consiste en progresar simbólicamente el sol 6 grados por año en forma conversa  en su periplo de 60 años alrededor del mandala zodiacal, constituye una herramienta que permite vislumbrar los acontecimientos del desarrollo de la individualidad y la finalidad vital solar  o la perversión de la misma.

Antecedentes:

                        Aunque había antecedentes en la India de heliocentrismo, es Heráclides del Ponto (siglo IV A.C.) quien es el primero en sostener el movimiento de la tierra alrededor del sol, pero es Aristarco de Samos (hacia el 270 AC) quien da una argumentación sobre el sistema con el sol central. Sus idea pasará a Babilonia a través de Seleucus de Seleucia (nacido en el 190 AC) y de allí a los pocos astrónomos árabes que aceptaron este modelo dado que la mayoría adoptaron, siguiendo a Aristóteles y Ptolomeo, el geocéntrico.

    En Occidente, recién el siglo V Martianus Capella, opina que Mercurio y Venus rotan alrededor del Sol, pero éste sigue haciendo lo propio  alrededor de la Tierra. Copérnico lo menciona como influencia.

    En el siglo XII se produce un primer Renacimiento científico, dada la entrada del modelo aristotélico a través de las obras de Averroes, quien colocaba la razón filosófica sobre la fe. Pero es en el siglo XIII donde se acumulan las suficientes traducciones al latín para que surjan los primeros experimentadores tal como Alberto Magno y Roger Bacon.

     Precisamente, desde la perspectiva galáctica, el ASP inicia un nuevo ciclo con el SCG (20º36 Virgo) entre 1200 y 1212, a través del aspecto de conjunción. Como sabemos los astrólogos y como lo usaban los alquimistas, la “coniunctio” provoca la indiferenciación de los opuestos, en este caso el mundo interno y el exterior y es allí donde paradójicamente el místico San Francisco de Asís, con su amor a la Naturaleza y al “hermano Sol y hermana Luna”, se la empieza a redescubrir. Julían Marías comenta;” Desde el amor a las cosas de San Francisco de Asís, hasta el nominalismo de los filósofos franciscanos, productor del pensamiento matemático, todo lleva al interés  por la naturaleza”[3]. Con esta misma  conjunción nacen ambos pioneros de la experimentación: Alberto Magno(1206-1280) y Roger Bacon (1210-1294)

    Con el aspecto de 18º de la serie quintil nace el primero en la era cristiana en sugerir el heliocentrismo, Nicolás de Oresme, franciscano (1323-1382). El ASP (10º24’ Libra) y el SCG(22º20,orbe 4’). También se anticipa a Descartes en el uso de las coordenadas geométricas.

    Con el semisextil entre el ASP (23º30’ Libra) y el SCG(23º25’Virgo) nace Nicolás de Cusa, quien publicará con el semiquintil entre ambos (0º2’ Escorpio- 23º58’Virgo, orbe 4’) en 1440, su obra máxima “La Docta Ignorancia” donde preludia el platonismo de la Academia Florentina y quiebra el universo aristotélico-ptolemáico de esferas sublunares y supralunes al  proponer que Dios y el Universo en forma semejante es un “círculos cuya centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna” y sugiere la existencia de mundos infinitos y con límites desconocidos

    Con el nonil, en 1459  (ASP, 3º15’ Escorpio; SCG, 24º14’ Virgo, orbe 59’), Marsilio Ficino inaugura, bajo los auspicios de Cosme de Médicis, la Academia Florentina, centro de estudio y difusión de la nueve visión neoplatónica, neopitágorica, hermética y cabalista.  Con el aspecto siguiente de semicuadratura (ASP 9º8’ Escopio; SCG 24º43’ Virgo, orbe 38’), Marsilio  escribe su “De Sole”, en donde desde una perspectiva neopitagórica y no astronómica, plantea el lugar central del Sol. Khun, en su clásico libro “La Revolución Copernicana”, comenta que Ficino “afirma que el ente creado fue el sol, y que su posición fue la del centro de los cielos. Ciertamente ninguna posición inferior, en el espacio o en el tiempo, podría ser compatible con la dignidad del sol ni con su función creadora. No obstante, la susodicha unbicación no era compatible con el sistema astronómico de Ptolomeo, y las dificultades planteadas al neoplatonismo por tal desacuerdo quizás ayudaran a Copérnico  en su concepto de nuevo sistema edificado alrededor de un sol central”[4]

  Así llegamos al astrónomo polaco, conduciéndonos al próximo punto. (Continuará en la 2º Parte)



[1] Burckhardt J., La Cultura del Renacimiento en Italia, Obras Maestras, Barcelona, 1946, pag. 189.
[2] Las tablas de las posiciciones se encuentran en el apéndice al final, junto con el modelo de cálculo.
[3] Marías J., Historia de la Filosofía, Revista de Occidente, España, 1963, pong. 186
[4] Khun T., La Revolución Copernicana, vol. I, Hyspamérica, Madrid, 1985, pag.180

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