martes, 26 de octubre de 2021

Los Puntos Galácticos. El Eón de Piscis y el Cristianismo (1º Parte)

 

Introducción:

 

En este trabajo intento conjugar una serie de ideas interesantes que distintos autores han desarrollado, para tratar de hallar una fundamentación astrológica a sucesos que han marcado grandes períodos de la Historia, en este caso la del Occidente Cristiano.

 

Jung, en su monumental obra Aion,  vincula al  Eón de  Piscis con el Cristianismo. Allí lanza su hipótesis más audaz: el paso del punto vernal por el pez vertical corresponde a la difusión del Cristianismo. Pero ya a mediados del siglo XII, se va aproximando a la primera de las dos últimas estrellas de la comisura que une a los dos peces. La otra coincide con el inicio del Renacimiento y la siguiente, ya en el pez horizontal, hacia 1817 mostraría simbólicamente al Anticristo. Se trata del proceso por el cual el espíritu desciende y se “convierte en antiespíritu y el arquetipo vivificador sucumbe paulatinamente en la forma del racionalismo, el intelectualismo y el doctrinarismo” [1]

 

Jung fundamentó su idea en el movimiento de precesión de los equinoccios sobre la constelación astronómica, de un tamaño diferente (52°, 12’) que la astrológica (30°).

 

Boris Cristoff ha desarrollado una interesante idea al subdividir el Mes Platónico o Eón de Piscis en 12 subperíodos de 175 años cada uno, en un intento de mostrar grandes períodos de la Historia bajo la óptica astrológica. Esta concepción, sin embargo al tener como único patrón el zodíaco radical iniciado en Aries, no arroja resultados convincentes, en el plano simbólico, con respecto al Cristianismo y al Eón de Piscis.

 

Por otro lado, Rudolf Tomaschek (1957), Teodoro Landscheidt (1973) y Michael Erlewine (1977), dieron a conocer una nueva dimensión de la Astrología, al sumar los puntos galácticos: Apex, Centro Galáctico y Super Centro Galáctico, popularizados en las actuales efemérides de Ebertin y Michelsen (Centro Galáctico).

 

El Apex es el punto del espacio hacia el cual se dirige el Sol, arrastrando a su sistema, a una velocidad de 1000 Km.  por segundo. El Centro Galáctico es el punto alrededor del cual  nuestro Sol y toda nuestra Galaxia, la Vía Láctea giran en un lapso que media entre 220 y 240 millones de años. Por último, el Super Centro Galáctico, es el punto alrededor del cual un grupo de Galaxias locales, incluida la nuestra gira.

 

Charles Harvey, en un excelente artículo publicado en Astrología N° 95[2], vincula estos puntos, en especial el C.G. (Centro Galáctico) y el S. C.G. (Super Centro Galáctico), con individuos y acontecimientos que marca una evolución  o un cambio en la conciencia colectiva de la Humanidad. Como ejemplos de ello, da el acontecimiento del primer vuelo realizado por Orville Wright, el 17 de diciembre de 1903. El Sol estaba en conjunción al C. G. (orbe 1°). Profundiza esta línea, pasando por Von Braun (padre del proyecto espacial americano); Yuri Gagarin (el primer hombre en el espacio) hasta llegar a Neil Amstrong, el primero en pisar la Luna, quien tiene su Luna natal en conjunción al C.G. También ejemplifica con personas vinculadas a la música, filosofía, política y místicas.

Bruno Huber (1985) y Rosa Sole (1998, ponencia en Cosmovisión Argentina) amplían esta visión vinculada al horóscopo individual. Ellos relacionan al C.G., dada su igual velocidad de desplazamiento, con el PuntoVernal, proponiendo la combinación de ambos. Ellos asocian al Punto Vernal como si fuera el Ascendente y al Centro Galáctico en forma análoga al Sol.

 

Así, el Eón de Piscis tendría al C. G. en Sagitario, por lo tanto plantearían una era Piscis- Sagitario. Dado el movimiento inverso la próxima sería Acuario (punto vernal), Capricornio (C.G.).

 

Esta extensión hacia un punto de vista general, nos amplia la mirada individual de Harvey, enriqueciendo la comprensión de la Era. Sole asocia la  “tendencia a la agresividad (característica de esta Era), ilustrado claramente tanto por las Cruzadas como por el descubrimiento de América y su “Cristianización”. Y por otra parte (...) el desarrollo de las ciencias naturales y la consiguiente construcción de la civilización tecnológica actual”[3] con la involucración del C.G. desde Sagitario.

 

Entre esta perspectiva general y la individual de Harvey quedaría un lugar a cubrir. La pregunta surgida es si este espacio podría ser llenado por la división en períodos de Cristoff, pero adaptadas al Eón de Piscis.

 

Además, si  introducimos un Ascendente Precesional con movimiento Simbólico que atraviese los períodos zodiacales, nos permitiría la interacción con estos puntos galácticos en determinadas zonas de tiempo. La pregunta es si este vínculo nos conduciría a resultados realmente significativos, que nos faculten inferir el accionar de estos puntos en el Inconsciente Colectivo y la Historia.

 

Sumadas a la genial intuición de Jung, quizás nos permitiría ampliarla y tomar conciencia de ciertos hitos en el desarrollo del Cristianismo y su peculiar peso en la Historia de Occidente. Pero, para dar forma a esta idea debemos plantear e intentar solucionar algunas dificultades.

 

 El Planteo del Problema:

 La Precesión de los Equinoccios:

 

 

En la Introducción expuse en forma sucinta la singular visión de Jung acerca del movimiento del punto vernal por los dos peces de la Constelación de Piscis, dando lugar a su interpretación sincronística del tema de los dos hermanos rivales: Cristo y Anticristo. El primero representado por el pez vertical y el segundo por el horizontal mirando hacia el Oeste.

 

Ampliando la interpretación de Jung, este lugar del espacio ha sido caracterizado en las diferentes tradiciones como el sitio de las tinieblas, del hundimiento de la luz. En la tradición cristiana es el lugar de Satán; en la sufi, el Occidente simbólico corresponde al exoterismo, la literalidad y la materia, que en su extremo extrovertido, “perdidos en el objeto” como diría Heidegger degenera en materialismo y racionalismo. Para completar esta amplificación, siguiendo el principio sincronístico el punto vernal en su viaje al Oeste, pasando la última estrella de la comisura y entrando ya en el segundo pez (principios del siglo XIX), el Occidente simbólico encuentra su lugar en América del Norte, donde se incrementará en nuestros días como pragmatismo tecnócrata.

 

Jung tuvo en cuenta para su concepción, la constelación astronómica tal como se la observaba en aquel momento, que difiere del “zodión noetón”, las divisiones de 30º en 30º de la Astrología Occidental.

 

En el año 1969 B. Cristoff expuso su teoría acerca de una Astrología Precesional basada en subperíodos de 30º en 30º. La pregunta surgida es si es posible hacerlos coincidir.

 

La primera dificultad que nos encontramos para investigar esta posible coincidencia -además de los distintos parámetros tomados por estos autores- es la falta de acuerdo entre los astrólogos, y también entre los astrónomos, para definir en primer lugar la duración de las eras astrológicas. En segundo lugar, los astrólogos difieren también en el inicio de la era de Piscis, dado que cada uno toma en consideración distintos movimientos para establecer su comienzo.

 

Este problema nace porque el movimiento del plano eclíptico no es uniforme y puede tener una variación de 281.2 años con respecto a la precesión solilunar de 25.694.8 años. De manera que puede ocurrir de 25.413.3 a 25.976 años. Charles Joyce hace notar que “este alcance de variación incluye la proporción actual, 25.868; el período mencionado por Platón, 25.920 y el registrado en la Gran Pirámide de los egipcios de 25.827 años.”[4]

 

A esta variación algunos astrólogos le agregan la precesión del polo cuyo ciclo es de 25.868 años. De la combinación de ambos ciclos y sus variantes Jayne establece como coincidencia aproximada de los dos Zodíacos Fijo y Móvil el 254 a.C.[5] en concordancia con G. Massey el 255 a.C.. Este autor concluye que puede tomarse un período de transición cuyo punto medio se produjo hacia el 115 a.C., la cual estaría cercana a la dada por Rudhyar: 97 a.C. y Thiorens 125 a.C.[6]

 

Desde la perspectiva astronómica, considerada por Jung, según la estrella fijada como comienzo nos encontramos a Al Rischa (a 113) coincidiendo en el año 146 a.C.. En cambio tomando en consideración Omicron Piscis, sería hacia el 11 d.C. El astrólogo Robert Hand, quien explora esta línea de Jung, sin embargo difiere en las fechas de coincidencia: toma Al Rischa el 111 a.C.y la Omicron Piscis 7 d.C.[7]

 

Por último Cristoff toma como punto de inicio el año 0. En cuanto a la duración de las eras Jung toma el mes platónico  de 2143 años, Hyde 2156 años, Huber-Sole 2151, varios 2165 y finalmente Cristoff 2100.

 

Como podemos observar no hay un criterio único para considerar este fenómeno, dados los diferentes puntos de vista de los investigadores. Dado que en realidad todos ellos corresponden a mediciones que reflejan una cualidad cuasi axiomática, por ende condicionada por la psique del observador, seguiré el planteo original de Jung. Ello implica también, por un lado, la conexión a través del principio de Sincronicidad, o sea la noción de hecho único e irrepetible, tal como ocurre en la Historia. Por el otro, también involucra el principio más general de A-Causalidad, donde la regulación de hechos está dada por los arquetipos que colorean con un trasfondo similar a estos sucesos únicos y que el lenguaje astrológico los expresa con elocuencia inigualada.

 

Por lo tanto, la fecha 11 d.C., coincidiendo con la estrella Omicrón, está en un punto intermedio entre el  - 6 a.C. (verdadero año 0, nacimiento de Jesús) y el 25 al 28 dado por Jayne, quien inicia allí un nuevo ciclo de precesión polar, coincidiendo en forma cercana con la probable crucifixión de Jesús.

 

Cristoff divide el mes platónico de 2100 años en sub-eras de 175 años. Pero su medida no tiene ninguna conexión con el astronómico. Para hacerlo más apropiado debemos elegir entre las diversas variaciones señaladas más arriba. Jung al considerar 2143 años para el mes platónico, toma un total de 25.716 años, muy aproximado a la precesión solilunar promedio dada por Jayne de 25.694.8 años.

 

Esta medida de 2.143 años es la que tomaré para seguir la investigación por el siguiente motivo: al dividirlo por 12 nos da una era de 178.583 años. Como señalé más arriba, la elección del punto de vista del observador está condicionada por su propia psique, teniendo en cuenta que la psique abarca también a la psique colectiva y sus dominantes los arquetipos, que como demostró W. Pauli en su estudio sobre Kepler, influencian en la conformación de los conceptos científicos[8]. Teniendo en cuenta el descubrimiento del propio Jung del número como factor ordenador de la psique, la elección de Jung pudo haber estado influenciada por el arquetipo de la Era de Piscis. La coincidencia está dada por el ciclo sinódico de los regentes de Piscis, Júpiter y Neptuno. Catorce de estos ciclos resultan 178.923 años. Además el ciclo Júpiter – Saturno, tratado en Aión, coincide con este patrón: 9 períodos sinódicos representan 178.734 años terrestres.[9]

 

Esta coincidencia en la elección nos hace pensar en la acción del arquetipo por detrás de la conciencia de Jung, aunque él no lo haya aplicado directamente en su investigación.

 

 

Aries o Piscis?

 

 

 

 

Cristoff subdivide estos doce períodos basándose en el Zodíaco Radical, o sea comenzando en el 0º de Aries. Dada la demostración efectuada por Jung en Aión, el Cristianismo está identificado con el Eón de Piscis. Desde el punto de vista simbólico, sería más coherente iniciar estos períodos en el propio 0º de Piscis, haciendo coincidir la dirección astronómica del Punto Vernal con esta astrológica, aunque funcionen en direcciones opuestas[10].

 

Desde esta visión se presentaría que el último período de la era de Aries, o sea Piscis, estaría anticipando y mostrando la transición hacia la era emergente. En la actualidad estaríamos atravesando el período Acuario de la Era de Piscis. La explosión tecnológica, la liberación sexual, el androginismo, la ruptura de los vínculos tradicionales e incluso el intento fallido de la globalización de unificar la diversidad bajo un solo pensamiento, generando movimientos de revalorización de lo tradicional cultural (doble aspecto: lo muy nuevo o lo muy viejo acuariano) son muestras cabales de esta transición hacia la era de Acuario.

 

Volviendo al período Piscis de la era Ariana, el historiador Morris Berman, en su obra “Cuerpo y Espíritu”, nos muestra este pasaje al señalar los movimientos dentro del judaísmo que precedieron a la formación del Cristianismo. Berman nota la influencia helenizante, a comienzos del siglo II a.C. (final del período de Acuario), en una clase alta interesada en la asimilación, el manejo del idioma griego era fundamental para ascender en la clase social. [11] 

 

Esto generó una reacción entre los hasídicos (que se remontaban al 300 a.C.) quienes sostenían la observancia ritualista de la Torá conocida como Halacha, teniendo sus bases en las clases populares. 

 

En el 175 a.C., a finales del período Acuario, la sucesión griega llevó al poder al gobernador seléucida Antíoco IV, quien ayudado por los estratos altos de la sociedad, quería convertir a Jerusalem en una Polis griega. Para ello declaró una guerra contra el judaísmo halacha marginando de la ley  todas las ceremonias religiosas.

 

Los siguientes doce años se caracterizaron por una guerra de guerrillas por parte de los hasídicos [12], entre los que se destacaba Judas Macabeo, concluyendo en la instauración de un estado judío, entre el 164-163 a.C., ya en el período de Piscis (iniciado en el 168.5 aproximadamente).

 

A su vez alrededor del 150 a.C., los hasídicos se dividieron en dos grupos, uno separatista: los Esenios, una secta ubicada en Qumrám junto al Mar Muerto, dirigidos por un Maestro de la Virtud. El otro grupo también antigriego, los fariseos,  quienes creían que debían colaborar con el orden institucional, es decir con la situación política. Berman comenta: “ Durante este tiempo surgió una versión del judaísmo que no estaba –ostensiblemente al menos- involucrada con la Halacha sino con la profecía, especialmente en su forma milenarista y apocalíptica. Muy claramente religión y política -a despecho de los esenios- estaban haciéndose inseparables.”[13]

 

La literatura apocalíptica tiene como característica asociar acontecimientos recientes con profecías de varios siglos atrás, y anunciar la inminencia del final de los tiempos y el juicio divino, manifestaciones asociadas al Piscis astrológico.[14]  Eliade[15] señala en el Apocalipsis de Esdras (fines del siglo I a.C.) un cambio en la literatura apocalíptica, anticipando el desarrollo posterior en el Cristianismo de la Era de Piscis. Se trata de la escisión de la figura de Yahvé –influencia del dualismo iranio- con la aparición de Satán, ya no como ángel acusador (libro de Job), sino como el propio adversario de Dios. Esta escisión es mostrada sincronísticamente por los dos Peces en diferentes direcciones de la constelación, pero esto recién aparecerá con posterioridad en el propio Eón de Piscis. En el siglo II a.C., en el planisferio de Timócrates citado por Hiparco de Alejandría se presenta a la constelación con un solo pez, coincidiendo con la astrología india y babilonia. En esta última, en tablillas del 600 a.C. se la muestra como la línea de pesca con el pez prendido.[16] En el zodíaco de Denderah aparecen los dos peces pero siguen la misma dirección.

 

Como podemos observar, los temas señalados anticipan con claridad el advenimiento  de la Era por venir. Sobre este tópico volveré más abajo.

 

 El Ascendente Simbólico Precesional

 

 

 

Para poder vincular los puntos galácticos en una dinámica histórica, propongo como hipótesis de trabajo una dirección simbólica del Ascendente que se inicia en el 0º de Piscis, cuyo movimiento es en mismo sentido de los puntos galácticos, o sea en el tradicional directo[17]. De esta forma, este Ascendente interaccionará con los puntos galácticos en los diversos ángulos posibles a lo largo del Eón. La hipótesis a estudiar es si estos contactos marcan algún hito saliente dentro del período de 178.583 años. El movimiento por grado es aproximadamente 6 años (5 años, 11 meses, 15 días).

 

Harvey, en el artículo citado,  al trabajar con estos puntos en temas natales utiliza un máximo de 2 grados de orbe, lo cual en este tipo de direcciones daría un arco de 24 años (superior e inferior). Este orbe sería excesivo para este tipo de investigación. Aunque los acontecimientos históricos se van gestando en períodos de tiempo más extensos que los individuales, utilizaré orbes más pequeños sin superar el grado en lo posible.

 

Por ejemplo tomando la fecha de la versión definitiva del libro de Daniel y del libro de Henoc, 164 a.C., nos encontramos que correspondería el A.S.P.(Ascendente Simbólico Precesional, de ahora en adelante con estas siglas) en 0º 40’ de Piscis. Estaría en oposición al S.C.G. en 0º 51’ de Virgo, con un orbe de 11 minutos, también coincidiría con la instauración del estado judío con Judas Macabeo.

 

La división entre las dos corrientes: Esenios y Fariseos hacia el 150 a.C., nos muestra el Apex a 2º 22’ de Sagitario, en cuadratura al A.S.P. en 3º de Piscis (orbe 38’).

 

Finalmente, y con ciertos recaudos dada la falta de confirmación de los acontecimientos históricos, si tomamos el inicio del ministerio de Jesús a los 12 años (6 d. C.), en la sinagoga donde se declara hijo del Padre celestial (Lucas, 2, 49). Tendríamos al Centro Galáctico en 29º 15’ de Escorpio (Padre Celestial, I derivada) en trígono al A.S.P. en 28º 49’ de Piscis ( hijo, V derivada) con un orbe de 26’.

 

Es interesante esta relación porque si la era de Piscis según Huber-Sole es Piscis-Sagitario, Jesús nace y responde al Dios de Aries-Escorpio, al Dios señor de los ejércitos, violento, iracundo, posesivo y celoso de los judíos. De allí la interpretación de Jung de su nacimiento como el primer pez de Piscis y su muerte como el último carnero de la era de Aries, concretando el sacrificio  prefigurado por Isaías. Esto último así lo entendía también Agustín de Hipona en su Civitas Dei XVI, cap. XXII: “Quien era ese carnero por cuya inmolación se cumplió el sacrificio?. ¿a quien prefiguraba aquel sino a Jesús?”[18]

 

Sin embargo, el C.G. entrará en Sagitario hacia el 80 de nuestra era (Huber considera 85), lo cual daría un viraje a lo iniciado en el período anterior. La pregunta surgida es si este cambio astrológico tendrá consecuencias en el desarrollo del Cristianismo posterior.

 

 



[1] Jung C.G., Aion, Paidós, España, 1986, Pág. 96

[2] Harvey Ch.,  El Centro Galáctico y más allá, Astrología Nº 95, CABA, Bs As, 1983, Pág. 12

[3] Sole R., El Centro  Galáctico y las Eras Planetarias, ponencia en Cosmovisión, Bs As, 1998.

[4] Devore N.; Enciclopedia Astrológica, Kier, Bs. As., 1981, Pág. 323

[5] ibid., Pág. 323

[6] ibid. Pág. 323

[7] Hyde M., Jung and Astrology, Aquarian Press, England, 1992, Pág. 20

[8] Pauli W., Escritos sobre Física y Filosofía, Debate, España 1996,  Pág. 277/353.

[9] Michelsen N., Tables of Planetary Phenomena, A.C.S., USA, 1995, Pág. 199

[10] Se trata de hacer coincidir una dirección astronómica con una simbólica, cuya conexión no es por coordenadas espacio-tiempo, sino por  el significado. De esta forma se plantearía como un mandala que se origina en el 0º de Piscis, coincidiendo con el punto vernal, integrando la idea de Sole/Huber del Punto Vernal como Asc,  a modo de una carta natal del Eón, cuyo circunferencia es recorrida en 2143 años. Al considerarlo de esta manera, se hace el puente con el zodíaco tropical con el punto Aries, de allí que se puedan considerar la superposición de signos y casas y las posiciones tropicales dadas para los puntos galácticos. Tal vez al lector le resulte chocante este planteo que viola el movimiento astronómico, pero dado que la astrología es un lenguaje eminentemente simbólico y que se evidencia la proyección de contenidos psíquicos en el cielo estrellado, permítase esta aparente “violación” del espacio físico, dado que por característica los arquetipos tienen esta cualidad transgresora. La comprobación es por vía del significado y en  él  debemos ajustar la viabilidad o no del sistema simbólico planteado.

[11] Este fenómeno es similar en este último período acuariano de la era de Piscis, sólo que cambia el idioma ahora es el inglés como idioma y dado que es Acuario, para pertenecer a esta clase hay que estar a tono con los últimos adelantos tecnológicos, estar en ellos da la sensación de pertenencia.

[12] Observemos el mismo trasfondo arquetípico en la actualidad, pero en el plano del pensamiento (aire Acuario) con la anulación de los grandes relatos y el establecimiento de un único discurso ideológico-económico cuya “agua de vida” renovará el mundo  y la resistencia de algunas de las civilizaciones tradicionales. En el Apéndice:  Marsilio Ficino, la Vista y los Furores Divinos, hay más referencias a este período de Acuario en XII de esta Era.

[13] Berman M., Cuerpo y Espíritu, Cuatro Vientos, Chile, 1992, Pág. 151.

[14] Podemos notar otra similitud, esta vez teniendo en cuenta que Acuario es la casa XII cósmica de esta división del Eón de Piscis. En 1989, ante el derrumbe del imperio soviético, Francis Fukuyama escribe una versión acuariana  -racional-aérea- de la literatura apocalíptica, con su artículo:  ¿el Fin de la Historia?, convertido en libro en 1992,  donde planteaba que no había lugar para más batallas ideológicas y que la democracia liberal-capitalista era el fin del camino político-ideológico, por lo tanto el “fin de la historia” en este sentido inspirado en Hegel. En 1999, con la “Gran Ruptura” se apartará del liberalismo ortodoxo y criticará el individualismo de las democracias modernas y pondrá al cooperativismo como requisito para el desarrollo, expresando otra faceta del arquetipo Acuario. (individualismo- cooperativismo). Fukuyama (27/10/1952, Chicago, hora desconocida), se había especializado en la política exterior de la Unión Soviética y trabajaba para el departamento de Estado de USA, nació con la conjunción que marcó al movimiento comunista: Saturno-Neptuno(Acuario 1846, Manifiesto Comunista; Leo 1917, Revolucion Rusa; Libra 1953, reformas internas y cerrando en el ciclo en la XII del inicio, Capricornio 1989, caída del Muro), pero en cuadratura con Urano desde Cáncer, la conjunción de Saturno y Urano ha sido identificada por los astrólogos mundanos como la del Capitalismo. Como plantea Eliade (Mito y Realidad), el comunismo tiene como trasfondo arquetípico, el mito de la Edad Dorada donde Saturno reinaba, enriquecido por la doctrina escatológica judeo cristiana de un fin absoluto de la historia, previa derrota del Anticristo Capitalista. Predice el surgimiento de una sociedad sin clases, donde las màquinas trabajarán y el hombre se dedicará a su desarrollo cultural. Esta postura es una respuesta a Hegel y su Filosofía de la Historia, que también racionaliza el mito cristiano, cambiando la historia del reino de Dios por la del Espíritu. Fukuyama resuelve el conflicto de Hegel y Marx  con el recurso de apropiación y mutación típico en la historia de las religiones, modifica el mito y lo adapta a la visión capitalista, su propia constitución arquetípica (la cuadratura de Urano a la conjunción Saturno-Neptuno), alineado al espíritu acuariano de fin de ciclo ( XII del Eón  de Piscis) surgente lo facilitaban.

[15] Eliade M., Historia de las Creencias y de las Ideas  Religiosas, tomo II, Cristiandad, Madrid, 1978, Pág. 259/271.

[16] Payne –Gaposchkin C., Introducción a la Astronomía, Eudeba, Bs. As.,1964, Pág. 5.

[17] Cabría la posibilidad de estudiarlo en forma conversa, pero dada la extensión del trabajo sólo me limitaré a la directa.

[18] Citado en Jung C., Aión, loc.cit., Pág. 101.

1 comentario:

Juan Andrés dijo...

Enorme análisis. En este movimiento hacia el anti cristo y la pérdida de Dios, sumo el dato de que en abril de 2019 se incendia Notre Dame, el gran símbolo del cristianismo occidental; a finales de ese mismo año se descubre el coronavirus, confinando, meses después a toda la población, en compensación a la extraversion, el consumismo, y contribuyendo a la posterior adoración de dioses de Instagram, a la búsqueda de la imagen perfecta para reposar en las apariencias, el plano de lo virtual, la anti vida, y que lejos quedan los procesos profundos hacia la individuación. La carta 19 del Tarot, casualmente representa a Apolo con la corona, el dios que azotaba a los mortales con plagas. Sumado también la gran crisis de género e identidad en varones y mujeres, el problema de la diferenciación bajo el lema aceptado de que “todo vale”. El péndulo ahora se mueve hacia lo femenino, y viene entonces exacerbado, primitivo e inconsciente. Esperemos al nuevo Dios, que traiga luz y consciencia; confío que no va a tardar. Abrazo grande.