miércoles, 21 de diciembre de 2022

El Arquetipo Trascendente y la Estructura Dionisíaca-Cristica (Introducción a Jung y las Visiones de 1944)


 

Esta es la Introducción de mi próximo libro: Jung  y las Visiones de 1944, un estudio sobre lo Numinoso que estará disponible para principios del 2023.


INTRODUCCIÓN: El ARQUETIPO TRASCENDENTE

 

 

     Este libro es parte de un estudio más amplio sobre lo que denomino el Arquetipo Trascendente. Pero este retoño, cobró fuerza propia y, aunque ligado temáticamente al tronco madre, pasó a tener una vida independiente.

     Para el lector que no tuvo acceso a los volúmenes precedentes escribo esta introducción para familiarizarlo con las premisas teóricas y la metodología desarrollada a lo largo de esta obra, haciendo una breve exposición de este basamento desplegado en los libros anteriores.

     Comencemos por el propio Arquetipo Trascendente ¿Qué es? ¿Cuál sería su función y sus alcances? Para poder contestar esta pregunta debemos comprender, en primer lugar, aquello que está trascendiendo, o sea, nuestra psique consciente. La Consciencia, como órgano psíquico de conocimiento, para poder ejercer su función ordenadora determina las coordenadas espacio-temporales que le permiten estructurarse y diferenciarse del exterior. De esta forma puede ejercer su función orientadora en la existencia.

      Pero tras esos límites objetivos que la realidad corporal y material exterior ayudan a establecer, existe una realidad indeterminada, invisible y desconocida que la psicología, comenzando por Freud, denominó lo Inconsciente. El vienés lo hizo a través de los recuerdos olvidados, las situaciones traumáticas y los deseos reprimidos. Jung extendió esta área a lo Colectivo, a la Memoria de la Humanidad, a los instintos comunes y su contraparte, los arquetipos, que se expresan a través de los mitos y símbolos que, bajo diferentes ropajes, manifiestan la esencia de los distintos componentes que constituyen el Alma de la Humanidad. El Ánima Mundi de los neoplatónicos renacentistas.

      La Conciencia obligada a ser limitada para poder sostener su propia estructura, posee varios accesos naturales para poder conocer lo Inconsciente. Uno de ellos son los sueños y fantasías que se cuelan cuando nuestra consciencia descansa. Otro, en forma extrovertida, es el llamado fenómeno de proyección. El objeto exterior se anima con estos contenidos inconscientes para poder reflejarlos, de esta forma, tomar conocimiento de ellos.

     Para el hombre primitivo, uno de los primeros lugares donde se proyectaron los contenidos vinculados a lo Desconocido, lo Infinito sin límites, caótico, fueron el mar y los océanos. Allí aparecía un mundo aterrador y atractivo a la vez, que movía su curiosidad y lo llevaba a preguntarse que había más allá. A aventurarse por detrás de los límites conocidos en una frágil embarcación, sometido a los embates de las olas y de las criaturas, reales e imaginarias, que habitaban en él.

     Esta proyección en el exterior marino de una realidad diferente, superando los límites de la propia existencia, es la versión extravertida (volcada sobre el objeto exterior) del mismo viaje hacia el mundo interior, psíquico que los místicos de todas las épocas y lugares emprendieron en procura de alcanzar una realidad que supera los límites de la estrecha existencia corporal, de las determinantes espacio-temporales de la Conciencia.

     Buscaban explorar un Mundo Desconocido, una realidad Infinita y Eterna que la identificaron con un Ser Supremo o alguna Divinidad, ya sea antropomórfica o no, personalizada o universal. Esta búsqueda interior o proyectada en el exterior a través de sistemas de ideas, dogma religioso, culto mistérico o distintas formas secularizadas, es uno de los aspectos del Arquetipo Trascendente que vamos a desplegar.

    El otro, es propiamente la experiencia de la Conciencia con esa Otredad, experiencia sobrecogedora, donde la conciencia se ve desbordada, como una barca en medio de una tormenta marina, y los frágiles límites de la Conciencia se pueden ver anegados, arrasados, o, como en las primitivas inundaciones del Nilo, fertilizados.

     El desierto de la Conciencia se enriquece con los nutrientes traídos por el Nilo, continuando la analogía, y su existencia árida florece, y su perfume se expande en una forma cultural que alimenta a la Humanidad que la rodea.

     La asociación al elemento agua, al mar y los océanos, no es ociosa, para los antiguos griegos el dios Poseidón (Neptuno para los romanos) era su señor y regía la mítica Atlántida, más allá del mundo conocido, cuya frontera eran las Columnas de Hércules (Peñón de Gibraltar), el límite que el héroe-conciencia había alcanzado. Más allá se extendía lo Desconocido, lo Infinito.

     Es este mismo dios, quien combate a otro héroe-conciencia: Ulises, desviándolo de su regreso a Ítaca. Plotino, desde un punto de vista filosófico, toma este periplo, inmortalizado en la Odisea, como símbolo de ese viaje interior para el regreso del Alma a unirse con el Uno, en diversos pasajes de su obra (v.g. Enéadas 1,6; 5-9). Pero no sólo fue una metáfora, sino la propia Experiencia Trascendente que su biógrafo y discípulo, Porfirio, relata: “Cuatro veces, mientras estuve yo con él, alcanzó esta meta merced a una actividad inefable”[1]

      Volviendo a lo anterior, estos Dioses y otros personajes míticos, estas Potencias arquetípicas como las denomina Jung desde el punto de vista psicológico, son proyectadas también en la inmensa profundidad de la bóveda celeste, dando nombres a estrellas, constelaciones y a los planetas (errantes).

       A través de ellos trataron de dar un orden armónico, una comprensión de los ciclos vitales y a los fenómenos acaecidos en el mundo llevaron al hombre antiguo a la concepción de un Cosmos (Orden Bello).

      Desde la regularidad de las estaciones, los ciclos solilunares, la observación del cielo nocturno con sus innumerables estrellas y el movimiento de los “errantes” (planetas), culminó en una concepción astrobiológica representada por la Astrología.

     Gracias a esta disciplina podemos objetivar a estas potencias arquetípicas; observar su accionar, y por el fenómeno de proyección, conocer el basamento arquetípico individual reflejado en el cielo.

     El Principio de Sincronicidad desarrollado por Jung y Pauli (1952), es el fundamento científico moderno para comprender estos fenómenos que evidencia el simbolismo astrológico. Este principio nos muestra las relaciones entre los elementos psíquicos y físicos, que el principio de Causalidad no puede ligar, pero sí a través del Significado mediatizado por símbolos. Así nos permitirá abordar el estudio del Arquetipo Trascendente.

     ¿Cuál sería el referente sincronístico de este arquetipo proyectado en el cielo?

      El símbolo zodiacal de Piscis (elemento agua), regido, en forma precisa, por Neptuno y, también por su hermano mítico-celestial Júpiter, son los portadores más exactos para este arquetipo. Jung en su obra Aión, vincula el surgimiento del Cristianismo con el cambio del Eón de Aries a Piscis, del dios iracundo, celoso e inconsciente de sí mismo, que se manifiesta con la zarza ardiendo (Aries, signo de fuego), al reinado de su hijo cuyo “Reino no es de este mundo”. (Piscis, signo de agua)

     No es casual que Freud, quien tomara de Romain Rolland, el concepto de “sentimiento o sensación oceánica” para explicar los fenómenos místicos, atribuyéndoselos a un resabio de un Yo primario, sin límites, fundido con el mundo exterior, tenía, coincidencia significativa a Neptuno y Júpiter en el signo de Piscis.[2]

     Pero en la Astrología no están representados todos los Dioses, ya sea en planetas o constelaciones. En el estudio que nos abocamos de la experiencia mística o trascendente debemos considerar a otro dios griego, íntimamente ligado con la figura del Rabí Yoshua, más conocido como Jesús de Nazareth, el dios del ditirambo, Dionisio. Es este Dios a quien Platón, en el Fedro, le atribuye la llamada “locura mística”.

     Aunque no tenga una representación directa en el simbolismo astral, podemos combinar los atributos del Dios con los similares en su significado. 

      Así Dionisio como dios de la danza, el éxtasis y el vino, está asociado a Neptuno del simbolismo astral. Vinculado al Teatro, en la variante de la Comedia, a Júpiter. En la Tragedia a Saturno (tragoedia, canto del macho cabrío). Como Dios de la sexualidad, la muerte y el renacimiento a Plutón. Ya Heráclito en su fragmento 15 decía: “Dionisio y Hades son lo mismo”.

     En su primera muerte, descuartizado por los Titanes, nos encontramos con el “titán” Saturno mítico y astral, reforzando el significado anterior. Esta combinación nos dará lo que he denominado la estructura dinosíaca-crística, dada la afinidad de ambas figuras humano-divinas (vino, éxtasis, muerte y renacimiento, descuartizamiento-crucifixión, enfrentamiento con los Poderes Temporales Político-Religiosos, adeptos entre la gente sencilla, mujeres y marginales).

     Esta estructura la he desarrollado con amplitud en los trabajos precedentes mostrando variantes de acuerdo si el ámbito es el denominado sagrado, o por el contrario, el profano-laico.

     En el ámbito católico esta estructura aparecía en el fenómeno de la estigmatización. Parecía ser una compensación ante el alejamiento de la Conciencia Colectiva (Saturno es el arquetipo representante) de las raíces cristianas (Júpiter, Neptuno-Piscis). El estigmatizado sufría en el cuerpo (Saturno- Plutón) reproduciendo el sacrificio del “hombre-Dios” para instar al abandono de la vida material, los deseos instintivos de la sexualidad y el poder (Saturno-Plutón) para “recordar”, en el sentido platónico (recordis: volver al corazón) el Mundo Espiritual, recuperar el Sentido (Júpiter) Trascendente (Neptuno)[3].

      En el ámbito laico, liberado el mito de la clausura del significado católico, toma diversas formas, según el gradiente simbólico y el propio desarrollo de quien lo actúe. Sólo tomaré como ejemplo aquí a los llamados “poetas malditos”, título de la obra del poeta Verlaine que he amplificado en un volumen anterior. En ellos encontramos un estadio donde el Arquetipo Trascendente (Neptuno) busca su realización, pero se malogra ante el choque con las fuerzas titánicas (Saturno) representadas por una sociedad que no los comprende, los rechaza llevándolos al aislamiento.

    Esto los lleva a una vida disoluta, dionisíaca, llena de excesos (Júpiter)y abusos (alcohol, drogas, Neptuno) con la consecuente autodestrucción (Plutón).

   El embrión del Alma que buscaba la Trascendencia, percibiendo la hipocresía y la limitación tanto de la moral burguesa (función de sentimiento junguiana) como del racionalismo y materialismo de la filosofía y la ciencia (pensamiento-sensación extrovertidos), sucumbe a estas fuerzas, quienes, como en el mito, despedazan al buscador trascendente. Tomado por la locura poética de la Musas (Platón, Fedro) Su desarrollo consciente se ve frustrado y, mueren siguiendo la pauta de Dionisio, en forma trágica, antes de alcanzar el reconocimiento esperado.

     El filósofo Nietzsche sigue esta pauta también, con su variante particular, sin haber recurrido a las drogas, cayendo en la psicosis, poseído por el Dios del ditirambo. Es él quien trajo desde el mito, a la consideración filosófica y psicológica, la dialéctica entre lo Apolíneo y lo Dionisíaco., pero aplicado a la estética en su forma inicial.

     Fue Jung quien adaptó estas concepciones y las toma como la base arquetípica de las funciones a-racionales: Intuición (Apolo) y Sensación (Dionisio).

     Desde el punto de vista psicológico, esta última función, en especial la introvertida, permitiría la “experiencia trascendente” en el mundo inmanente. Las danzas extáticas de los Derviches, son un claro ejemplo de ello en el ámbito sagrado.

     Ya adentrándonos en el tema de este libro, en el caso de Jung, al ser una de sus funciones menos desarrolladas, fue a través de ella que se manifestó el Arquetipo Trascendente, provocándole diferentes dolencias: ataque cardíaco (1944), enfermedad hepática (1951) donde irrumpe lo numinoso, la experiencia a-racional-trascendente de los arquetipos que fertilizaron su conciencia produciéndose, en ese período de su vida, lo más importante de su Opus.

     La concepción de Rudolf Otto de lo Numinoso para poder dar cuenta de la viva experiencia emocional de un sujeto ante lo Trascendente, fue el paso, en otro nivel simbólico, del estudio de esta estructura dionisíaca-crística. En el mismo Otto hubo dos experiencias personales que lo llevaron a formular esta concepción.

     En la primera parte del libro estudiaremos a Rudolf Otto y cómo llegó a la formulación de su libro “Lo Santo” (1917). Corroboraremos, continuando con la línea de investigación, si posee la estructura dionisíaca-crística en su basamento astral y si, ésta, por el Principio de Sincronicidad estaba activada tanto en las experiencias como en la escritura del manuscrito.

     Continuaremos con Jung y su propia formulación de lo Numinoso, las diferencias con Otto. Además de las experiencias citadas más arriba, le agregaremos una “dionisíaca” con las danzas de una tribu sudanesa comparándola, y una más “apolínea” con música en un templo de Ceylán.

    En Jung, dada la inclusión de lo dionisíaco en su concepción psicológica, podríamos ver los distintos mitos asociados al Dios, operando en los diferentes momentos de su vida y de su obra.

     Esta primera parte finaliza con el resultado de este enfrentamiento, el cual es su obra “Respuesta a Job” donde confronta al propio Yahvé del Antiguo Testamento, que los gnósticos identificaban con Iadalbaoth (Saturno), dándole un sentido (Júpiter) a los sufrimientos injustificados de Job, transformado en víctima propiciatoria (Neptuno) del Poder Irreflexivo (Plutón) del Dios, en un giro inusual, propio de un avanzado proceso de Individuación.

     En la Segunda Parte, analizaremos las visiones tras su ataque cardíaco de 1944. En “Los Dioses del Sueño” (volumen II, 2022) había estudiado en forma exhaustiva, la primera de ellas, pero en otro contexto. Allí la comparaba con el Sueño de Escipión, el relato visionario de Avicena y el sueño de un joven paciente, sin adentrarme en los antecedentes ni consecuentes de esta experiencia cumbre en su existencia.

     Aquí, por el contrario, nos sumergiremos de lleno en ellos, yendo más allá del estudio de lo Numinoso vinculado con la estructura dionisíaca-crística. Todos los arquetipos del Proceso de Individuación se harán presentes con toda su “Numinosidad y Luminosidad”, para mostrarnos ese camino sinuoso, ese “circunvalar al centro” parafraseando a Jung.

     Por ello el desarrollo de esta parte de la obra no tendrá la noción de tiempo lineal, biográfico, sino circunvalando, desplegándose hacia el futuro y retrocediendo al pasado, como ocurre en el proceso interno del Inconsciente donde el espacio-tiempo queda abolido.

     Mostraré los vínculos de las tempranas visiones, incluidas en el Libro Rojo de 1913, 1914 y 1916, con las de 1944. Y cómo ellas alcanzan su culminación en el momento de su muerte, cerrando el círculo o ¿Dando el primer paso hacia la realidad que el Arquetipo Trascendente le había anticipado en sus Visiones de 1944?

     El lector sacará sus propias conclusiones al terminar de leer la obra.



[1] Porfirio, Vida de Plotino, Planeta Agostini, Españá. 1998, Pag. 112.

[2] Freud Sigmund, 6/5/1856 18:30 LMT, Freinberg , fuente AstroData Bank. El estudio de la vinculación del Yo Primario con el Arquetipo Trascendente está en el primer volumen de la obra.

[3] Quiero aclarar al lector que sólo expondré, en el texto principal, la parte interpretativa del simbolismo astrológico. La parte técnica aparecerá en notas al pie para facilitar la lectura a aquel no versado en el conocimiento astrológico, aunque también colocaré explicaciones básicas para ilustrar al no versado, pero que harían engorroso el texto principal. Estas notas son, por lo tanto, tan importantes como el texto principal, de allí que recomiendo su lectura cuidadosa.


1 comentario:

gabriel dijo...

esta introduccion y orientacion del libro, despierta mi interes y como siempre tu aporte es invalorable" gracias albert!