viernes, 31 de octubre de 2008

Buenos Aires Odisea Imaginal II


CAPÍTULO II



Otra vez estoy sentado en el trono de esta sala ascética. Mi único súbdito por esta hora yace acostado delante de mí. Antes me sentía como el mago de la corte, quien con su sagacidad y el poder de sus conjuros, desbarataba toda conspiración, todos los nudos e intrigas en el palacio de la Psique.

Hoy los encantamientos proferidos por las palabras han perdido ese halo cautivante. Ese mago parece agotado o e es un viejo rey viviendo de las glorias del pasado; sus súbditos lo respetan sólo por la representatividad de su figura. En ocasiones, como hoy, tengo la sensación que mis pacientes continúan el tratamiento por la misma razón.

Sineto mi cuerpo aprisionado en una armadura de hierro sujetada al sillón. Sólo la cabeza está libre para proferir un mínimo comentario. Pero mis palabras me suenan huecas, sin corporeidad.