miércoles, 16 de marzo de 2011

El Ciclo de Urano-Neptuno, el Puer Aeternus y la Utopia (continuación de Utopías del Renacimiento) 3º Parte




El Siglo III


                 Desde el siglo III el Estado Romano comienza a ocuparse del problema denominado cristiano, debía integrarlo al Estado o destruirlo. El sistema imperial estaba lo suficientemente quebrantado como para que ante esta nueva fuerza termine por derrumbarse.

    El emperador Decio al asumir el trono en el 249, comprendió el problema y se presentó como el restaurador del Imperio y sus tradiciones nacionales. Al emitir un edicto sobre el cumplimiento del gesto cultural ante los altares de los dioses oficiales, sabía que iniciaba una persecución contra los cristianos. Se prolongó hasta el 251, cuando Decio falleció.


    Galo, su sucesor, la continuó a principios del 252 y Valeriano (verano del 253) tuvo una relación bastante cordial durante los primeros cuatro años de su gobierno, pero luego inició una cruzada anticristiana. Una ofensiva a fondo que se prolongó hasta su captura por los persas (verano del 260).

    Los años finales del ciclo pusieron a prueba la fortaleza de los cristianos. Su valor en el martirologio despertaban admiración en la decadente sociedad romana. Muchos de sus miembros, conmovidos por estas muestras, abrazaban la nueva fe. Esa fue una de las razones del fracaso de Decio, por eso la ofensiva de Valeriano fue mejor pensada. Su edicto de agosto del 257 proscribía toda actividad del culto cristiano.

    Es interesante notar que el cielo reflejaba la misma configuración del supuesto o arquetípico momento de nacimiento de Jesús: Plutón (Libra) oposición Urano (Aries) mediatizada por el trígono y sextil de Neptuno (Géminis), aquí se le agrega la mediación de Saturno en Acuario. El poder legal (Plutón en Libra, Saturno en Acuario) anulaba la libertad de los cristianos (Urano) quienes como corderos (Aries) se sometían al martirio para dar con ese acto, testimonio de su fe (Neptuno en Géminis).

    Por otro lado la pelea posterior, dentro de la estructura de la Iglesia, fue entre quienes se habían mantenido fieles a la idea sin abjurar (Urano en Aries), huyendo y perdiendo sus posesiones (sextil Neptuno en Géminis), y entre los que habían cedido al poder negando su fe (Plutón en Libra, Saturno en Acuario) entregando los textos sagrados (Neptuno en Géminis. El trino -sextil de Saturno y Neptuno, los dividió en aquellos que no perdonaban esa traición (Saturno) y los que sí tenían la comprensión para hacerlo( Neptuno) Así llegamos al 281, año del nuevo ciclo.

    En septiembre del 281 se realiza la nueva conjunción partil, ahora en el signo de Leo. Este cambio, siguiendo las características del signo, tendrá dramáticas consecuencias para la estructura del Imperio y de la Iglesia Cristiana. El Cristianismo, luego de una nueva persecución desatada por Diocleciano en el año 303, llegará a convertirse en religión oficial. El artífice de este cambio se llama Constantino. Él es la frontera entre la nueva religión y el cristianismo primitivo, al que quería volver Moro y al que los utopistas “soñaban despiertos” con retornar proponiendo un modelo alternativo.  

Constantino el Grande:

                                      Constantino es un controvertido personaje que ha suscitado las más ardientes polémicas entre los eruditos. Algunos lo han calificado de irreligioso como Jacob Burckhardt (1852), otros como Paul Kersztes (1981), lo consideran el campeón de la fe cristiana.

   Aunque no se posee la fecha exacta de su nacimiento, se sabe que nació alrededor del año 280, cuando Neptuno y Urano se hallaban en orbe del partil de la conjunción.

    Un estudio de 1982 de Alistair Kee Constantino contra Cristo, toma una línea intermedia entre ambos extremos, dado que lo muestra como un hombre religioso, monoteísta pero no cristiano. Sus estudios parecen coincidir con lo revelado arquetípicamente por el cielo y la línea mítico-simbólica seguida hasta el momento.

    En Constantino aparece le tema religioso, como era propio de un guerrero y gobernante de esa época, vinculado a la victoria y a la prosperidad. En el año 307 al casarse con Flavia, quien provenía del linaje de Hércules, se asegura la pertenencia a esa dinastía.

    Pero en el año 310, luego de una visión en la cual aparecía Apolo y Victoria, quienes le ofrecían coronas, se convierte al culto del Sol Invictus y lo restaura, luego de su breve paso con Aureliano hacia 270. Este cambio religioso le proporcionó, según su visión, la victoria sobre su suegro Maximiano unificando la Galia bajo su dominio.

    Luego decide marchar sobre Italia para enfrentarse a Majencio y unificar el imperio de Occidente. Previo a la batalla del Puente Milvio, dice soñar con Cristo quien le señalaba que grabara las dos primeras letras de su nombre en los escudos y estandartes (XP en griego). El día siguiente se produce la nueva visión : “el trofeo de una cruz, encima del sol”. El nuevo dios de los Cristianos le señalaba su nueva pertenencia. Lactancio comenta que la nueva señal fue grabada en los estandartes y escudos, adaptándose al de la caballería romana y conservando el nombre original: lábaro.

    Kee señala que el modelo representado por esta revelación tiene las características del Mesías esperado por los judíos, quien derrota y castiga al enemigo de los justos.

    La oración en Alabanza de Constantino de Eusebio, su biógrafo y el primer historiador de la Iglesia, muestra para Kee, el retorno a la primitiva religión de origen en la figura del nuevo Mesías Constantino mezclada al culto imperial.

   Kee  comenta: “Cuando corrían malos tiempos, los judíos buscaban un rey como David para los liberase. Cuando corrían tiempos mucho peores, sabían que ni siquiera un rey así sería para nada; tenía que ser un rey extraordinario, el agente elegido por Dios. Este anhelo apocalíptico se cumple con la llegada de Constantino, que sojuzga y castiga a los oponentes visibles de la verdad por la ley del combate.(Eusebio, Alabanza a.., II,86) (15)

    Si lo analizamos desde el punto de vista arquetípico observamos la extraordinaria coherencia de este razonamiento. Constantino cambia de Hércules, el héroe solar por excelencia, vestido con la piel del León de Nemea, por el dios sol Apolo y el  Sol Invictus.

    En cuanto al Mesías esperado por la literatura apocalíptica intertestamental aparece en 2º Esdras (12,13 y sig.): “En cuanto al león que visteis salir del bosque y rugir y hablar con el águila reprochándole su maldad, y cuanto a todas sus palabras que habéis oído, este el Mesías a quien el Altísimo ha guardado hasta el final de los tiempos, que surgirá de la posteridad de David.”

    Aparece la figura del León solar, combatiendo al águila romana, y su vinculación al Rey David quien pertenecía a la tribu de Judá: “cachorro de León es Judá” (Gen 49,9). En Mateo (1,1-16) aparece una larga genealogía vinculando a Jesús con ambos: Judá y David. En Lucas (1, 32) “El señor Dios le dará el trono de David, su padre”. La conjunción que en el ciclo anterior (Cáncer) vinculaba a las dos tendencias opuestas: César y Cristo, a través del mito de la Edad Dorada, parecía en esta nueva fase unificarlas.

    El mito solar observado en Constantino y reflejado en el Cielo por la conjunción de Neptuno y Urano en Leo, coincide con el simbolismo mesiánico también solar de un rey-guerrero que derrota a los enemigos trayendo una nueva era de paz. La idea está reforzada por el motivo de que Constantino sólo se convirtió al Cristianismo un año antes de morir y en que hay muy pocas referencias a Cristo. Al mencionar a la Divinidad lo hace como Dios. Kee se apoya en estos hechos para demostrar su culto monoteísta que significaba, como lo había hecho Aureliano con el Sol Invictus, la unidad del Imperio.

    Aquí nos topamos nuevamente con el mito de la Edad Dorada y su versión cristiana. Lactancio en su obra Instituciones Divinas, lo aborda en los momentos oscuros de la persecución por parte de los romanos. Esta época es similar a las sombrías perspectivas desplazadas por Augusto y la pax romana.

    “Es tiempo en que la justicia será negada y la inocencia odiosa, en que los malvados ejercen sus depredaciones hostiles contra los buenos, en que el orden, la ley y la disciplina militar ya no serán observados, en que nadie respetará las canas, no cumplirá con los deberes de piedad, no se apiadará de la mujer o el niño…”( VII, 17,9). (16) Pero más adelante, Lactancio profetiza: “Entonces serán apartadas del mundo las tinieblas que cubrían el cielo, la luna tendrá la claridad del sol, y el sol será siete veces más brillante de lo que es ahora. La tierra dará muestra de su fecundidad y producirá espontáneamente fertilísimos frutos (…) Sucederá, en fin, lo que los poetas dijeron que sucedió en los tiempos durante el reinado de Saturno….”( VII, 24, 7-9) (17)

    El nuevo Mesías, el nuevo Saturno – ante el peligro del cisma arriano y el desmembramiento del imperio- conduce como pastor a los obispos a reunirse en el Concilio de Nicea (325) a aprobar la tesis de la consustación del Padre y el Hijo (Homoousios), bajo la amenaza de destierro. El Concilio culminó el 19/6/325 con un banquete organizado por el Emperador que causó una gran impresión. En un largo discurso exhortó a los obispos a la unidad, a la modestia y al celo misionero y repartió cartas en las que ordenaba  a los funcionarios imperiales distribuir cada año trigo a los pobres y clérigos de las diversas iglesias.

    El historiador de las religiones Etienne Troemé comenta: “los obispos partieron pues, anonadados, entusiastas y más sumisos que nunca.(..) Algunos de ellos llegaron incluso a preguntarse si no estaban ya en el reino de Dios. (…) Constantino los había ganado definitivamente para su causa y podía sentirse satisfecho del resultado obtenido con el Concilio” (18)

    El cielo reflejaba ese día el mito y lo ocurrido: Saturno (26º Géminis) se hallaba en conjunción al Sol ( 27º Géminis) en trígono a Plutón en conjunción a Urano en Acuario, ambos cuadrados a Neptuno en Escorpio.

    La esencia de Neptuno vinculada al Eón de Piscis y el mensaje original del Cristianismo era avasallada por la nueva Edad de Oro y su representante solar en la tierra. Atrás quedaban las épocas funestas de torturas, persecución y martirologio (Neptuno en Escorpio) Al igual que Virgilio ( Urano conjunción Plutón en Géminis) había anunciado en Égloga IV, se pasaba a un nuevo tiempo de prosperidad de la mano del Mesías-Pastor; los cristianos “ahora recibían exenciones fiscales, donaciones en oro, gran prestigio y, en algunos casos, incluso influencia en la corte imperial”
(19) (Sol conjunción Saturno trígono Urano conjunción Plutón).

    El último y gran cambio va a estar representado en la Oración en Alabanza a Constantino pronunciada en julio del 336 por el obispo de Cesárea, Eusebio el Virgilio de Constantino, allí se terminará de configurar la religión de Constantino.

    Eusebio se apoya en la teoría platónica de las Ideas para afirmar su pensamiento del soberano terrestre como reflejo del Soberano Celeste. De esta forma  “Aboga por imponer la monarquía absoluta y la justicia de las leyes imperiales” (20).

    El gobierno del Imperio había sido dividido en un Tetrarquía, pero Eusebio al proclamar al soberano terrestre como reflejo del dios único legitima la Autarquía: “Él sólo es fuerte en fuerza real y el Padre de la Justicia misma, el Padre de la Razón y la Sabiduría (..) y, por ende, el Líder del imperio mismo, y de toda forma de gobierno y poder (III, 58) (21)

   Eusebio proclama este camino seguido por Constantino hacia el poder absoluto, desde una legitimación religiosa mesiánica: “Estas cosas decretó el Supremo Soberano desde el Cielo cuando presentó a un guerrero invencible como ayudante suyo”(VII, 97). Ese guerrero empuñaba el lábaro y no la cruz.


    Kee considera que este cambio ideológico afecta a todos los valores de la Iglesia. Se ha cambiado el Jesús “que no resiste al mal” y se sacrifica, al hombre humilde que predicaba para ellos y que se oponía a los poderosos y los enfrentaba, por el nuevo Mesías y sus valores imperiales a los que paradójicamente Jesús y los primitivos cristianos combatieron.

    Kee concluye: “Por medio del gran cambio estos valores, que contradicen los de Cristo en lo que respecta a la riqueza, el poder , la ambición, las relaciones personales, la organización social y la religión se consideran ahora cristianos.” (22)

    El cielo, en julio del 336, cuando Eusebio pronuncia esta alabanza, repetía el trígono ascendente entre Neptuno (Sagitario) y Urano (Aries). Sólo que ahora se producía en Fuego   y completaban el Gran Trino con la conjunción del 281. Aunque no se puede precisar la fecha exacta, no sería audaz , dado el tratamiento de los temas, pensar que ocurrió hacia fines de mes con el Sol en Leo.

    El dios compasivo que enfrenta a los poderosos, que se sacrifica a sí mismo para salvar a otros y regresa de la muerte para mostrar su reino que no es de este mundo (Neptuno en Escorpio trígono Urano en Piscis), es reemplazado por el Rey Mesías triunfante (Sol en Leo), el guerrero liberador autócrata(Urano en Aries), protector benéfico de la nueva religión y portador de la nueva señal revelada (Neptuno en Sagitario).

   Eusebio se había basado en las ideas platónicas para fundamentar su pensamiento. En la introducción, observamos el sustrato arquetípico de la dicotomía del alma platónica proyectada en las dos ciudades: Atenas la justa (Júpiter en Virgo) y la hybris de  la Atlántida (Plutón en Piscis). En julio del 336, la Atlántida había surgido una vez más de las profundidades introduciendo la inflación del poder, la riqueza y la ostentación (Neptuno cuadratura Plutón en Piscis). Este  mismo factor es el que se introducirá en la cosmovisión de Francis Bacon (Plutón en Piscis interceptado en I) en su Nueva Atlántida en la forma de el “conocimiento es poder”, dando lugar a la inflación de la razón.(Cuadratura Saturno en Géminis). 

Continuará en la 4º y última parte 

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