viernes, 4 de marzo de 2016

Introducción a los Dioses del Sueño (1º parte)


El dibujo es creación del artista Catriel Torres


Un adelanto de mi próximo libro: LOS DIOSES DEL SUEÑO. Una ampliación critíca de la teoría onírica de James Hillman.


Introducción  a los Dioses del Sueños 

     Cuando comencé  a escribir esta obra estaba pensada originalmente como un ensayo crítico  de alrededor de cincuenta páginas. Pero como todo investigador del fenómeno arquetípico conoce por experiencia,” la conciencia propone y los Arquetipos disponen”.

    Mi conocimiento de la obra de Hillman era superficial, y, más allá de la separación del tronco junguiano original, todo lo referido a los acontecimientos vitales era más que escaso. Dentro de esta pobreza, apreciaba sus búsquedas, su inconformismo ante las posturas ortodoxas. Por el otro lado observaba una gran energía combativa, una suerte de cruzada contra enemigos que le habían arrebatado su “ciudad santa” y que quería recuperar con “la espada, la pluma y la palabra” como reza el himno al prócer argentino Domingo F. Sarmiento.

    Cuando por recomendación de un amigo analista compré el libro “El Sueño y el Inframundo”, al leerlo tuve sensaciones muy dispares. Por un lado despertó mi admiración dada la original idea de encontrar las raíces arquetípicas y el “topos” psíquico del fenómeno onírico. Por el otro, era evidente para cualquier psicoterapeuta junguiano con algo de experiencia en la interpretación de los sueños, la unilateralidad de su planteo.

    En sus escritos de esa época Hillman mostraba una manifiesta enemistad con el mito solar del héroe, tan caro a la línea junguiana tradicional, apartándose de él. Pero no dejaba de actuarlo. En este libro,  tal vez en forma más furibunda que los anteriores, era evidente su exposición del combate entre la luz y las tinieblas, propio de este mito. Sólo que él tomaba partido, al contrario del héroe, por las tinieblas, por el Hades.

   Para poder sostener esta postura del topos onírico en el  Inframundo, en la mitología Grecorromana, debía realizar una selección de las fuentes míticas, dado que en realidad sólo una de ellas,  la Eneida (VI, 278- 389,390), ubica al dios del sueño, Hypnos, en este reino.  
     Aquí sobreviene una pregunta difícil de abordar ¿El investigador que realiza semejantes recortes, ignorando las fuentes originales o adulterándolas, es consciente de ello? ¿O el arquetipo por detrás de su conciencia lo impulsa, cegándolo a otros abordajes?

     El llamado, entre los junguianos, “fenómeno de posesión arquetípica” es bastante común entre los investigadores. Está oculto detrás de nuestra “posesión” por el arquetipo de la razón con su presunta autonomía. Se da en forma parcial en investigadores que descubren o pesquisan en torno a los fenómenos arquetípicos. El propio Jung nos relata en “Interpretación de la Naturaleza y la Psique”, en su experimento astrológico, el “entusiasmo” (en theos: lleno de dios) sentido en una primera instancia, al comprobar,  el alto porcentaje estadístico, por encima de la media,  en la primera prueba.  Luego, ante la visión entre sombras del pícaro Mercurio burlándose de él, rehízo el experimento y pudo salir de este “entusiasmo” que lo poseía.[1]

     En otros casos se da en forma más profunda, casi total. Como todo contenido proveniente del Inconsciente Colectivo, surge con un gran carga emocional de revelación “cuasi mística” y el investigador lo defiende incluso hasta tratar de transformarlo en una especie de dogma. El conocido diálogo entre Freud y Jung en el que el primero le pedía hacer de la teoría sexual un “dogma, un bastión contra la negra avalancha del ocultismo” en marzo de 1909[2]. Un par de años después, en 1911, Alfred Adler agregará los impulsos del Yo a los sexuales planteados por el investigador vienés. Pero Freud no toleró esta intromisión. Adler fue el primero de la larga lista de emigrados de la “ecclesia”  psicoanalítica. En 1920, el arquetipo erótico (Eros) pareció haber cedido en parte su posesión. En el fundamental “Más allá del Principio del Placer”, Freud incluirá los impulsos del yo propuestos por Adler, aunque se “olvidó” de mencionarlo.

     Estos “olvidos” (como nos diría Nietzche “cuando el orgullo es grande la memoria cede”) son propios de un yo inflado (orgullo), o sea poseído por un arquetipo. Cada arquetipo tiene su propia finalidad y muchos arquetipos se enfrentan entre sí. Los mitos, expresiones de ellos, los muestran en forma de las batallas entre dioses, héroes y monstruos. En este conflicto, el arquetipo-dios triunfante impone su cualidad. Trátese de una teoría científica, filosófica, una disputa teológica o un criterio estético en el arte. El dios-concepto triunfador emergerá  y tratará de condenar al ostracismo a su rival. Este fenómeno parece haber ocurrido en la confección de la teoría onírica de Hillman, como trataré de mostrar en las páginas siguientes.

   Entre la peculiar elección de fuentes Hillman toma uno de los mitos platónicos de la vida transmundana, dejando de lado los otros, por la misma razón expuesta. Sin embargo en una obra posterior: “El Código del Alma”, escrita veinte años después en 1996, retoma el último mito platónico: el del regreso del alma a la vida mundana y la elección de su destino, dado en el mito de Er (La República, X). Esta distancia me llevó a preguntarme como había evolucionado o permanecido la idea de Hillman de los sueños a lo largo de esos años.

    Un recorrido por las principales obras escritas en ese período (1976-1996), para intentar contestar esta pregunta, abrieron la investigación más allá del contexto onírico, pero vinculado a él. Los giros violentos hacia el opuesto, la enantiodromía heraclitiana adoptada por Jung dentro de su esquema psicológico, fueron la tónica de Hillman sorprendiendo tanto a sus seguidores como a sus críticos. Sin embargo, desde el punto de vista de los dioses-arquetipos, siguieron un patrón muy preciso y conservaban siempre los mismos adversarios.  El estudio de estos giros y el seguimiento de su desenvolvimiento abarcará  gran parte del primer volumen.  Es muy ilustrativo para el estudiante y estudioso de la psicología profunda. En particular para los seguidores de la línea de Hillman, la psicología arquetipal, quienes podrán identificar los dioses-arquetipos en el Padre- Fundador de su línea.

     Al retornar a la teoría onírica, en este proceso y como trataré de demostrar, comprobaremos que, a pesar de los años transcurridos quedó casi en el mismo estadio. En 1982, en su conferencia  “El Alma del Mundo”, aparecerán algunas  sutiles modificaciones pero en un sentido que nos hace acordar a la frase inmortal de Lampedusa"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".  (Il Gattopardo).  Pero en sus últimos años,  la fuerza del arquetipo del Inframundo, dominante al escribir  su “Sueño e…”, parece haberse agotado y en 1997 (10 de Febrero), en una conferencia  sobre Astrología llegará a decir que no tiene teoría acerca de los sueños “como vienen, que buscan, dónde se originan”.

     Nacido de este combate entre las tinieblas y la luz, trataré en primer lugar de exponer el opuesto complementario negado por Hillman: el lado luminoso. Sin que por ello signifique una primacía de esta faz por sobre el oscuro, dado que sólo se trata de formular una base arquetípica más completa del inagotable fenómeno onírico. Luego de ubicar en su contexto preciso la teoría de Hillman, proseguir con la investigación de todas las fuentes, dentro de marco greco-romano  y algunas judeo-cristianas y del Islam (por ser religiones derivadas del judaísmo), dejadas de lado o interpretadas bajo la óptica del arquetipo dominante en su conciencia, que será el motivo de la segunda parte.

     Dada su extensión, abarcando desde el Inframundo al “Topos Uranus” en lenguaje mítico; desde la Pesadilla hasta la Experiencia Visionaria; del sueño amenazando con la destrucción psíquica hasta  la Revelación Creativa o el Sueño Cultural, en lenguaje psicológico, dio nacimiento a un segundo volumen, ampliando y complementando la brillante idea original de James Hillman.

     Aunque en esta introducción estoy adelantando parte de los pasos seguidos. En el texto preferí conservar la espontaneidad de la investigación y las preguntas que surgían a lo largo de ella. De esta forma hago participar al lector del propio proceso y las dudas surgidas, los aparentes callejones sin salida, las contradicciones que un investigador padece, y a la vez disfruta, en su largo camino de aprendizaje y desarrollo.




[1] Al lector interesado remito a mi análisis en  “La Influencia de la Astrología en el Pensamiento de Jung”. Ed. Tol, Buenos Aires, 2010.
[2] Para mayor detalles en la autobiografía de Jung :”Recuerdos, Sueños y Pensamientos” y  mi “Jung y el Proceso de Individuación”, Ed. Continente, Buenos Aires, 1994.

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