Introducción:
En este trabajo intento conjugar una serie
de ideas interesantes que distintos autores han desarrollado, para tratar de
hallar una fundamentación astrológica a sucesos que han marcado grandes
períodos de la Historia, en este caso la del Occidente Cristiano.
Jung, en su monumental obra
Aion, vincula al Eón de
Piscis con el Cristianismo. Allí lanza su hipótesis más audaz: el paso
del punto vernal por el pez vertical corresponde a la difusión del
Cristianismo. Pero ya a mediados del siglo XII, se va aproximando a la primera
de las dos últimas estrellas de la comisura que une a los dos peces. La otra
coincide con el inicio del Renacimiento y la siguiente, ya en el pez
horizontal, hacia 1817 mostraría simbólicamente al Anticristo. Se trata del
proceso por el cual el espíritu desciende y se “convierte en antiespíritu y el
arquetipo vivificador sucumbe paulatinamente en la forma del racionalismo, el
intelectualismo y el doctrinarismo” [1]
Jung fundamentó su idea en el
movimiento de precesión de los equinoccios sobre la constelación astronómica,
de un tamaño diferente (52°, 12’) que la astrológica (30°).
Boris Cristoff ha desarrollado una
interesante idea al subdividir el Mes Platónico o Eón de Piscis en 12
subperíodos de 175 años cada uno, en un intento de mostrar grandes períodos de
la Historia bajo la óptica astrológica. Esta concepción, sin embargo al tener
como único patrón el zodíaco radical iniciado en Aries, no arroja resultados
convincentes, en el plano simbólico, con respecto al Cristianismo y al Eón de
Piscis.
Por otro lado, Rudolf Tomaschek
(1957), Teodoro Landscheidt (1973) y Michael Erlewine (1977), dieron a conocer
una nueva dimensión de la Astrología, al sumar los puntos galácticos: Apex,
Centro Galáctico y Super Centro Galáctico, popularizados en las actuales
efemérides de Ebertin y Michelsen (Centro Galáctico).
El Apex es el punto del espacio hacia
el cual se dirige el Sol, arrastrando a su sistema, a una velocidad de 1000
Km. por segundo. El Centro Galáctico es
el punto alrededor del cual nuestro Sol
y toda nuestra Galaxia, la Vía Láctea giran en un lapso que media entre 220 y
240 millones de años. Por último, el Super Centro Galáctico, es el punto
alrededor del cual un grupo de Galaxias locales, incluida la nuestra gira.
Charles Harvey, en un excelente
artículo publicado en Astrología N° 95[2],
vincula estos puntos, en especial el C.G. (Centro Galáctico) y el S. C.G.
(Super Centro Galáctico), con individuos y acontecimientos que marca una
evolución o un cambio en la conciencia
colectiva de la Humanidad. Como ejemplos de ello, da el acontecimiento del
primer vuelo realizado por Orville Wright, el 17 de diciembre de 1903. El Sol
estaba en conjunción al C. G. (orbe 1°). Profundiza esta línea, pasando por Von
Braun (padre del proyecto espacial americano); Yuri Gagarin (el primer hombre
en el espacio) hasta llegar a Neil Amstrong, el primero en pisar la Luna, quien
tiene su Luna natal en conjunción al C.G. También ejemplifica con personas
vinculadas a la música, filosofía, política y místicas.
Bruno Huber (1985) y Rosa Sole (1998,
ponencia en Cosmovisión Argentina) amplían esta visión vinculada al horóscopo
individual. Ellos relacionan al C.G., dada su igual velocidad de
desplazamiento, con el PuntoVernal, proponiendo la combinación de ambos. Ellos
asocian al Punto Vernal como si fuera el Ascendente y al Centro Galáctico en
forma análoga al Sol.
Así, el Eón de Piscis tendría al C.
G. en Sagitario, por lo tanto plantearían una era Piscis- Sagitario. Dado el
movimiento inverso la próxima sería Acuario (punto vernal), Capricornio (C.G.).
Esta extensión hacia un punto de
vista general, nos amplia la mirada individual de Harvey, enriqueciendo la
comprensión de la Era. Sole asocia la
“tendencia a la agresividad (característica de esta Era), ilustrado claramente
tanto por las Cruzadas como por el descubrimiento de América y su
“Cristianización”. Y por otra parte (...) el desarrollo de las ciencias
naturales y la consiguiente construcción de la civilización tecnológica actual”[3]
con la involucración del C.G. desde Sagitario.
Entre esta perspectiva general y la
individual de Harvey quedaría un lugar a cubrir. La pregunta surgida es si este
espacio podría ser llenado por la división en períodos de Cristoff, pero
adaptadas al Eón de Piscis.
Además, si introducimos un Ascendente Precesional con
movimiento Simbólico que atraviese los períodos zodiacales, nos permitiría la
interacción con estos puntos galácticos en determinadas zonas de tiempo. La
pregunta es si este vínculo nos conduciría a resultados realmente significativos,
que nos faculten inferir el accionar de estos puntos en el Inconsciente
Colectivo y la Historia.
Sumadas a la genial intuición de
Jung, quizás nos permitiría ampliarla y tomar conciencia de ciertos hitos en el
desarrollo del Cristianismo y su peculiar peso en la Historia de Occidente.
Pero, para dar forma a esta idea debemos plantear e intentar solucionar algunas
dificultades.
El Planteo del Problema:
La Precesión de los Equinoccios:
En la Introducción expuse en forma sucinta la singular
visión de Jung acerca del movimiento del punto vernal por los dos peces de la
Constelación de Piscis, dando lugar a su interpretación sincronística del tema
de los dos hermanos rivales: Cristo y Anticristo. El primero representado por
el pez vertical y el segundo por el horizontal mirando hacia el Oeste.
Ampliando la interpretación de Jung, este lugar del
espacio ha sido caracterizado en las diferentes tradiciones como el sitio de
las tinieblas, del hundimiento de la luz. En la tradición cristiana es el lugar
de Satán; en la sufi, el Occidente simbólico corresponde al exoterismo, la
literalidad y la materia, que en su extremo extrovertido, “perdidos en el
objeto” como diría Heidegger degenera en materialismo y racionalismo. Para
completar esta amplificación, siguiendo el principio sincronístico el punto
vernal en su viaje al Oeste, pasando la última estrella de la comisura y
entrando ya en el segundo pez (principios del siglo XIX), el Occidente
simbólico encuentra su lugar en América del Norte, donde se incrementará en
nuestros días como pragmatismo tecnócrata.
Jung tuvo en cuenta para su concepción, la
constelación astronómica tal como se la observaba en aquel momento, que difiere
del “zodión noetón”, las divisiones de 30º en 30º de la Astrología Occidental.
En el año 1969 B. Cristoff expuso su teoría acerca de
una Astrología Precesional basada en subperíodos de 30º en 30º. La pregunta
surgida es si es posible hacerlos coincidir.
La primera dificultad que nos encontramos para
investigar esta posible coincidencia -además de los distintos parámetros
tomados por estos autores- es la falta de acuerdo entre los astrólogos, y
también entre los astrónomos, para definir en primer lugar la duración de las
eras astrológicas. En segundo lugar, los astrólogos difieren también en el
inicio de la era de Piscis, dado que cada uno toma en consideración distintos
movimientos para establecer su comienzo.
Este problema nace porque el movimiento del plano
eclíptico no es uniforme y puede tener una variación de 281.2 años con respecto
a la precesión solilunar de 25.694.8 años. De manera que puede ocurrir de
25.413.3 a 25.976 años. Charles Joyce hace notar que “este alcance de variación
incluye la proporción actual, 25.868; el período mencionado por Platón, 25.920
y el registrado en la Gran Pirámide de los egipcios de 25.827 años.”[4]
A esta variación algunos astrólogos le agregan la
precesión del polo cuyo ciclo es de 25.868 años. De la combinación de ambos
ciclos y sus variantes Jayne establece como coincidencia aproximada de los dos
Zodíacos Fijo y Móvil el 254 a.C.[5]
en concordancia con G. Massey el 255 a.C.. Este autor concluye que puede
tomarse un período de transición cuyo punto medio se produjo hacia el 115 a.C.,
la cual estaría cercana a la dada por Rudhyar: 97 a.C. y Thiorens 125 a.C.[6]
Desde la perspectiva astronómica, considerada por
Jung, según la estrella fijada como comienzo nos encontramos a Al Rischa (a
113) coincidiendo en el año 146 a.C.. En cambio tomando en consideración
Omicron Piscis, sería hacia el 11 d.C. El astrólogo Robert Hand, quien explora
esta línea de Jung, sin embargo difiere en las fechas de coincidencia: toma Al
Rischa el 111 a.C.y la Omicron Piscis 7 d.C.[7]
Por último Cristoff toma como punto de inicio el año
0. En cuanto a la duración de las eras Jung toma el mes platónico de 2143 años, Hyde 2156 años, Huber-Sole
2151, varios 2165 y finalmente Cristoff 2100.
Como podemos observar no hay un criterio único para
considerar este fenómeno, dados los diferentes puntos de vista de los
investigadores. Dado que en realidad todos ellos corresponden a mediciones que
reflejan una cualidad cuasi axiomática, por ende condicionada por la psique del
observador, seguiré el planteo original de Jung. Ello implica también, por un
lado, la conexión a través del principio de Sincronicidad, o sea la noción de
hecho único e irrepetible, tal como ocurre en la Historia. Por el otro, también
involucra el principio más general de A-Causalidad, donde la regulación de
hechos está dada por los arquetipos que colorean con un trasfondo similar a
estos sucesos únicos y que el lenguaje astrológico los expresa con elocuencia
inigualada.
Por lo tanto, la fecha 11 d.C., coincidiendo con la
estrella Omicrón, está en un punto intermedio entre el - 6 a.C. (verdadero año 0, nacimiento de
Jesús) y el 25 al 28 dado por Jayne, quien inicia allí un nuevo ciclo de
precesión polar, coincidiendo en forma cercana con la probable crucifixión de
Jesús.
Cristoff divide el mes platónico de 2100 años en
sub-eras de 175 años. Pero su medida no tiene ninguna conexión con el
astronómico. Para hacerlo más apropiado debemos elegir entre las diversas
variaciones señaladas más arriba. Jung al considerar 2143 años para el mes
platónico, toma un total de 25.716 años, muy aproximado a la precesión
solilunar promedio dada por Jayne de 25.694.8 años.
Esta medida de 2.143 años es la que tomaré para seguir
la investigación por el siguiente motivo: al dividirlo por 12 nos da una era de
178.583 años. Como señalé más arriba, la elección del punto de vista del
observador está condicionada por su propia psique, teniendo en cuenta que la
psique abarca también a la psique colectiva y sus dominantes los arquetipos,
que como demostró W. Pauli en su estudio sobre Kepler, influencian en la conformación
de los conceptos científicos[8].
Teniendo en cuenta el descubrimiento del propio Jung del número como factor
ordenador de la psique, la elección de Jung pudo haber estado influenciada por
el arquetipo de la Era de Piscis. La coincidencia está dada por el ciclo
sinódico de los regentes de Piscis, Júpiter y Neptuno. Catorce de estos ciclos
resultan 178.923 años. Además el ciclo Júpiter – Saturno, tratado en Aión,
coincide con este patrón: 9 períodos sinódicos representan 178.734 años
terrestres.[9]
Esta coincidencia en la elección nos hace pensar en la
acción del arquetipo por detrás de la conciencia de Jung, aunque él no lo haya
aplicado directamente en su investigación.
Aries o Piscis?
Cristoff subdivide estos doce períodos basándose en el
Zodíaco Radical, o sea comenzando en el 0º de Aries. Dada la demostración
efectuada por Jung en Aión, el Cristianismo está identificado con el Eón de
Piscis. Desde el punto de vista simbólico, sería más coherente iniciar estos
períodos en el propio 0º de Piscis, haciendo coincidir la dirección astronómica
del Punto Vernal con esta astrológica, aunque funcionen en direcciones opuestas[10].
Desde esta visión se presentaría que el último período
de la era de Aries, o sea Piscis, estaría anticipando y mostrando la transición
hacia la era emergente. En la actualidad estaríamos atravesando el período
Acuario de la Era de Piscis. La explosión tecnológica, la liberación sexual, el
androginismo, la ruptura de los vínculos tradicionales e incluso el intento
fallido de la globalización de unificar la diversidad bajo un solo pensamiento,
generando movimientos de revalorización de lo tradicional cultural (doble
aspecto: lo muy nuevo o lo muy viejo acuariano) son muestras cabales de esta
transición hacia la era de Acuario.
Volviendo al período Piscis de la era Ariana, el
historiador Morris Berman, en su obra “Cuerpo y Espíritu”, nos muestra este
pasaje al señalar los movimientos dentro del judaísmo que precedieron a la
formación del Cristianismo. Berman nota la influencia helenizante, a comienzos
del siglo II a.C. (final del período de Acuario), en una clase alta interesada
en la asimilación, el manejo del idioma griego era fundamental para ascender en
la clase social. [11]
Esto generó una reacción entre los hasídicos (que se
remontaban al 300 a.C.) quienes sostenían la observancia ritualista de la Torá
conocida como Halacha, teniendo sus bases en las clases populares.
En el 175 a.C., a finales del período Acuario, la
sucesión griega llevó al poder al gobernador seléucida Antíoco IV, quien
ayudado por los estratos altos de la sociedad, quería convertir a Jerusalem en
una Polis griega. Para ello declaró una guerra contra el judaísmo halacha
marginando de la ley todas las
ceremonias religiosas.
Los siguientes doce años se caracterizaron por una
guerra de guerrillas por parte de los hasídicos [12],
entre los que se destacaba Judas Macabeo, concluyendo en la instauración de un
estado judío, entre el 164-163 a.C., ya en el período de Piscis (iniciado en el
168.5 aproximadamente).
A su vez alrededor del 150 a.C., los hasídicos se
dividieron en dos grupos, uno separatista: los Esenios, una secta ubicada en
Qumrám junto al Mar Muerto, dirigidos por un Maestro de la Virtud. El otro
grupo también antigriego, los fariseos,
quienes creían que debían colaborar con el orden institucional, es decir
con la situación política. Berman comenta: “ Durante este tiempo surgió una
versión del judaísmo que no estaba –ostensiblemente al menos- involucrada con
la Halacha sino con la profecía, especialmente en su forma milenarista y
apocalíptica. Muy claramente religión y política -a despecho de los esenios-
estaban haciéndose inseparables.”[13]
La literatura apocalíptica tiene como característica
asociar acontecimientos recientes con profecías de varios siglos atrás, y
anunciar la inminencia del final de los tiempos y el juicio divino,
manifestaciones asociadas al Piscis astrológico.[14] Eliade[15]
señala en el Apocalipsis de Esdras (fines del siglo I a.C.) un cambio en la
literatura apocalíptica, anticipando el desarrollo posterior en el Cristianismo
de la Era de Piscis. Se trata de la escisión de la figura de Yahvé –influencia
del dualismo iranio- con la aparición de Satán, ya no como ángel acusador
(libro de Job), sino como el propio adversario de Dios. Esta escisión es
mostrada sincronísticamente por los dos Peces en diferentes direcciones de la
constelación, pero esto recién aparecerá con posterioridad en el propio Eón de
Piscis. En el siglo II a.C., en el planisferio de Timócrates citado por Hiparco
de Alejandría se presenta a la constelación con un solo pez, coincidiendo con
la astrología india y babilonia. En esta última, en tablillas del 600 a.C. se
la muestra como la línea de pesca con el pez prendido.[16]
En el zodíaco de Denderah aparecen los dos peces pero siguen la misma
dirección.
Como podemos observar, los temas señalados anticipan
con claridad el advenimiento de la Era
por venir. Sobre este tópico volveré más abajo.
El Ascendente Simbólico Precesional
Para poder vincular los puntos galácticos en una
dinámica histórica, propongo como hipótesis de trabajo una dirección simbólica
del Ascendente que se inicia en el 0º de Piscis, cuyo movimiento es en mismo
sentido de los puntos galácticos, o sea en el tradicional directo[17].
De esta forma, este Ascendente interaccionará con los puntos galácticos en los
diversos ángulos posibles a lo largo del Eón. La hipótesis a estudiar es si
estos contactos marcan algún hito saliente dentro del período de 178.583 años. El
movimiento por grado es aproximadamente 6 años (5 años, 11 meses, 15 días).
Harvey, en el artículo citado, al trabajar con estos puntos en temas natales
utiliza un máximo de 2 grados de orbe, lo cual en este tipo de direcciones
daría un arco de 24 años (superior e inferior). Este orbe sería excesivo para
este tipo de investigación. Aunque los acontecimientos históricos se van
gestando en períodos de tiempo más extensos que los individuales, utilizaré
orbes más pequeños sin superar el grado en lo posible.
Por ejemplo tomando la fecha de la versión definitiva
del libro de Daniel y del libro de Henoc, 164 a.C., nos encontramos que
correspondería el A.S.P.(Ascendente Simbólico Precesional, de ahora en adelante
con estas siglas) en 0º 40’ de Piscis. Estaría en oposición al S.C.G. en 0º 51’
de Virgo, con un orbe de 11 minutos, también coincidiría con la instauración
del estado judío con Judas Macabeo.
La división entre las dos corrientes: Esenios y
Fariseos hacia el 150 a.C., nos muestra el Apex a 2º 22’ de Sagitario, en
cuadratura al A.S.P. en 3º de Piscis (orbe 38’).
Finalmente, y con ciertos recaudos dada la falta de
confirmación de los acontecimientos históricos, si tomamos el inicio del
ministerio de Jesús a los 12 años (6 d. C.), en la sinagoga donde se declara
hijo del Padre celestial (Lucas, 2, 49). Tendríamos al Centro Galáctico en 29º
15’ de Escorpio (Padre Celestial, I derivada) en trígono al A.S.P. en 28º 49’
de Piscis ( hijo, V derivada) con un orbe de 26’.
Es interesante esta relación porque si la era de
Piscis según Huber-Sole es Piscis-Sagitario, Jesús nace y responde al Dios de
Aries-Escorpio, al Dios señor de los ejércitos, violento, iracundo, posesivo y
celoso de los judíos. De allí la interpretación de Jung de su nacimiento como
el primer pez de Piscis y su muerte como el último carnero de la era de Aries,
concretando el sacrificio prefigurado
por Isaías. Esto último así lo entendía también Agustín de Hipona en su Civitas
Dei XVI, cap. XXII: “Quien era ese carnero por cuya inmolación se cumplió
el sacrificio?. ¿a quien prefiguraba aquel sino a Jesús?”[18]
Sin embargo, el C.G. entrará en Sagitario hacia el 80
de nuestra era (Huber considera 85), lo cual daría un viraje a lo iniciado en
el período anterior. La pregunta surgida es si este cambio astrológico tendrá
consecuencias en el desarrollo del Cristianismo posterior.
[1] Jung C.G., Aion,
Paidós, España, 1986, Pág. 96
[2] Harvey Ch.,
El Centro Galáctico y más allá, Astrología Nº 95, CABA, Bs As, 1983,
Pág. 12
[3] Sole R., El Centro Galáctico y las Eras Planetarias, ponencia en
Cosmovisión, Bs As, 1998.
[4] Devore N.; Enciclopedia Astrológica, Kier,
Bs. As., 1981, Pág. 323
[5] ibid., Pág. 323
[6] ibid. Pág. 323
[7] Hyde M., Jung and Astrology,
Aquarian Press, England, 1992, Pág. 20
[8] Pauli W., Escritos sobre Física y Filosofía,
Debate, España 1996, Pág. 277/353.
[9] Michelsen N., Tables of
Planetary Phenomena, A.C.S., USA, 1995, Pág. 199
[10] Se trata de hacer coincidir una dirección
astronómica con una simbólica, cuya conexión no es por coordenadas
espacio-tiempo, sino por el significado.
De esta forma se plantearía como un mandala que se origina en el 0º de Piscis,
coincidiendo con el punto vernal, integrando la idea de Sole/Huber del Punto
Vernal como Asc, a modo de una carta
natal del Eón, cuyo circunferencia es recorrida en 2143 años. Al considerarlo
de esta manera, se hace el puente con el zodíaco tropical con el punto Aries,
de allí que se puedan considerar la superposición de signos y casas y las
posiciones tropicales dadas para los puntos galácticos. Tal vez al lector le
resulte chocante este planteo que viola el movimiento astronómico, pero dado
que la astrología es un lenguaje eminentemente simbólico y que se evidencia la
proyección de contenidos psíquicos en el cielo estrellado, permítase esta
aparente “violación” del espacio físico, dado que por característica los
arquetipos tienen esta cualidad transgresora. La comprobación es por vía del
significado y en él debemos ajustar la viabilidad o no del
sistema simbólico planteado.
[11] Este fenómeno es similar en este último
período acuariano de la era de Piscis, sólo que cambia el idioma ahora es el
inglés como idioma y dado que es Acuario, para pertenecer a esta clase hay que
estar a tono con los últimos adelantos tecnológicos, estar en ellos da la
sensación de pertenencia.
[12] Observemos el mismo trasfondo arquetípico en
la actualidad, pero en el plano del pensamiento (aire Acuario) con la anulación
de los grandes relatos y el establecimiento de un único discurso
ideológico-económico cuya “agua de vida” renovará el mundo y la resistencia de algunas de las
civilizaciones tradicionales. En el Apéndice:
Marsilio Ficino, la Vista y los Furores Divinos, hay más referencias a
este período de Acuario en XII de esta Era.
[13] Berman M., Cuerpo y Espíritu, Cuatro Vientos,
Chile, 1992, Pág. 151.
[14] Podemos notar otra similitud, esta vez
teniendo en cuenta que Acuario es la casa XII cósmica de esta división del Eón
de Piscis. En 1989, ante el derrumbe del imperio soviético, Francis Fukuyama
escribe una versión acuariana
-racional-aérea- de la literatura apocalíptica, con su artículo: ¿el Fin de la Historia?, convertido en libro
en 1992, donde planteaba que no había
lugar para más batallas ideológicas y que la democracia liberal-capitalista era
el fin del camino político-ideológico, por lo tanto el “fin de la historia” en
este sentido inspirado en Hegel. En 1999, con la “Gran Ruptura” se apartará del
liberalismo ortodoxo y criticará el individualismo de las democracias modernas
y pondrá al cooperativismo como requisito para el desarrollo, expresando otra
faceta del arquetipo Acuario. (individualismo- cooperativismo). Fukuyama
(27/10/1952, Chicago, hora desconocida), se había especializado en la política
exterior de la Unión Soviética y trabajaba para el departamento de Estado de
USA, nació con la conjunción que marcó al movimiento comunista:
Saturno-Neptuno(Acuario 1846, Manifiesto Comunista; Leo 1917, Revolucion Rusa;
Libra 1953, reformas internas y cerrando en el ciclo en la XII del inicio,
Capricornio 1989, caída del Muro), pero en cuadratura con Urano desde Cáncer,
la conjunción de Saturno y Urano ha sido identificada por los astrólogos
mundanos como la del Capitalismo. Como plantea Eliade (Mito y Realidad), el
comunismo tiene como trasfondo arquetípico, el mito de la Edad Dorada donde
Saturno reinaba, enriquecido por la doctrina escatológica judeo cristiana de un
fin absoluto de la historia, previa derrota del Anticristo Capitalista. Predice
el surgimiento de una sociedad sin clases, donde las màquinas trabajarán y el
hombre se dedicará a su desarrollo cultural. Esta postura es una respuesta a
Hegel y su Filosofía de la Historia, que también racionaliza el mito cristiano,
cambiando la historia del reino de Dios por la del Espíritu. Fukuyama resuelve
el conflicto de Hegel y Marx con el
recurso de apropiación y mutación típico en la historia de las religiones,
modifica el mito y lo adapta a la visión capitalista, su propia constitución
arquetípica (la cuadratura de Urano a la conjunción Saturno-Neptuno), alineado
al espíritu acuariano de fin de ciclo ( XII del Eón de Piscis) surgente lo facilitaban.
[15] Eliade M., Historia de las Creencias y de las
Ideas Religiosas, tomo II, Cristiandad,
Madrid, 1978, Pág. 259/271.
[16] Payne –Gaposchkin
C., Introducción a la Astronomía, Eudeba, Bs. As.,1964, Pág. 5.
[17] Cabría la posibilidad de estudiarlo en forma
conversa, pero dada la extensión del trabajo sólo me limitaré a la directa.
1 comentario:
Enorme análisis. En este movimiento hacia el anti cristo y la pérdida de Dios, sumo el dato de que en abril de 2019 se incendia Notre Dame, el gran símbolo del cristianismo occidental; a finales de ese mismo año se descubre el coronavirus, confinando, meses después a toda la población, en compensación a la extraversion, el consumismo, y contribuyendo a la posterior adoración de dioses de Instagram, a la búsqueda de la imagen perfecta para reposar en las apariencias, el plano de lo virtual, la anti vida, y que lejos quedan los procesos profundos hacia la individuación. La carta 19 del Tarot, casualmente representa a Apolo con la corona, el dios que azotaba a los mortales con plagas. Sumado también la gran crisis de género e identidad en varones y mujeres, el problema de la diferenciación bajo el lema aceptado de que “todo vale”. El péndulo ahora se mueve hacia lo femenino, y viene entonces exacerbado, primitivo e inconsciente. Esperemos al nuevo Dios, que traiga luz y consciencia; confío que no va a tardar. Abrazo grande.
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